MADRID 7 Dic. (OTR/PRESS) -
Para un animal político como Rodrigo Rato, no ha debido ser nada fácil decir adiós a la que ha sido la gran pasión de su vida, pero lo ha hecho y hecho está, ya que nadie mejor que él para decidir qué hacer en un momento tan importante de su vida, cuando ha pasado la barrera de los cincuenta, y tiene un currículum que le permite mirar el futuro con esperanza y tranquilidad. Un currículum que puede exhibir con orgullo tanto dentro como fuera de su partido, de ahí la inquietud de algunos de sus correligionarios, una vez que deja el Fondo Monetario Internacional, porque según dijo quería dedicar más tiempo a sus hijos y a su vida personal.
Una decisión que dice mucho a su favor, por más que algunos se rasguen las vestiduras, al considerar que ha sido una decisión precipitada, que dejaba a España y quiénes le apoyaron, en muy mal lugar. Pura envidia. Rato ha hecho lo que les hubiera gustado hacer a muchos otros y no pueden. No porque su integridad y su ética se lo impidan, sino porque fuera del paraguas de la política nacional, son muy pocos los que pueden sobrevivir y sobrevivir bien.
Conozco a Rodrigo Rato desde hace muchos años, desde que sintió el gusanillo por la cosa pública, desde que consiguió su primer escaño pateándose día sí y día también, la provincia de Cádiz, más tarde como portavoz de su partido en el Congreso, y finalmente cómo super ministro de Economía. Sé de su entrega a un partido al que ha dado todo, cuando muy pocos se atrevían a apostar por los 'cachorros de Fraga'. De su generosidad con José María Aznar, cuando Aznar no era más que un joven con voluntad pero sin carisma, al que siempre demostró afecto y respeto, a quién apoyó en su travesía del desierto a La Moncloa. Una amistad que se fue deteriorando porque el Aznar de la mayoría absoluta, no podía permitir que Rato, disintiera de su política belicista que tan malos resultados le dio.
Creo no equivocarme si digo que en la decisión de Aznar -de designar sucesor a Rajoy en vez de a Rato- tuvieron mucho que ver algunos de los que hoy ocupan puestos de relumbrón en el PP. ¡Qué gran error! A Rajoy, le falta ambición, pero sobre todo le falta creerse lo que él mismo dice y hace. Un problema que no tiene Rato, a quién le sobra seguridad y capacidad para formar equipos.
Supongo que la noticia de que Rodrigo Rato abandona definitivamente la política nacional, se habrá recibido en Génova con gran alivio, pues sé de algunos que no dormían pensando en su vuelta. Prueba de ello es que durante los últimos tres años, han sido poquísimos los dirigentes del PP que se han puesto en contacto con él, ni siquiera para preguntarle cómo se veía España desde una institución de tanto prestigio como el Fondo Monetario Internacional.
No sé si en el pecado llevaran la penitencia los del PP, sí que la política española no está para prescindir de tanto hombre valioso como ha prescindido en los últimos veinticinco años.
Rosa Villacastín