MADRID 28 Oct. (OTR/PRESS) -
Ha llegado la hora de que la ministra de Fomento, por dignidad política, presente su dimisión. Ya no valen cáscaras de que "vamos a hacer autocrítica... pedimos disculpas a los ciudadanos...". No, ahora toca asumir la responsabilidad de una nefasta gestión de vigilancia de unas obras que traen por el camino de la amargura a los vecinos de Barcelona. Ya no caben más desastres, más hundimientos, mas atascos, mientras desde el Gobierno se mantenía, contra viento y marea, la fecha de inauguración el 21 de diciembre.
El tren de alta velocidad no llegará antes de fin de año y además nadie le va a devolver a los ciudadanos las horas perdidas a cambio de nada. La preocupación por los votos es, a día de hoy, irrelevante. Que los socialistas anden preocupados porque las grietas del AVE puedan convertirse en los sumideros por donde se les escapen las papeletas todavía provoca más irritación. Pero cuidado con los partidos que, justo ahora, se ponen de perfil o interpretan el papel de salvadores cuando llevan un año sin reclamar nada y sin pasarse por las obras.
Lo mismo podría decirse de las reclamaciones del tripartito y de Montilla. Es lógico que este último se altere y reclame saber hasta cuando va a durar el caos. Pero ERC y IVC podían haber estado más atentos a los retrasos y a su repercusión en la red de cercanías y no volcados, como llevan los últimos meses, en la reclamación de la gestión del aeropuerto del Prat. A lo mejor si en lugar de reivindicar tanto se fajaran más en el tajo serían más útiles a la sociedad. Es solo una idea.
En cualquier caso alguien tiene que poner su cargo a disposición y no parece lógico que sea el secretario de Estado de Comunicaciones, Víctor Morlán que lleva meses viviendo en Barcelona, con pocos resultados todo hay que decirlo, pero las decisiones vienen de Madrid. Y si la empresa OHL esta trabajando de forma tan catastrófica ¿porque se ha esperado tantos meses para rescindir el contrato? ¿Qué pasó el viernes en el andén de la estación de Bellvitge para que los obreros de la empresa acabarán a puñetazos entre ellos al ver que se les hundía el suelo bajo los píes?
Magdalena Álvarez tiene además la funesta manía de no aceptar errores propios y de utilizar un verbo ácido, cercano a la reprimenda, cada vez que comparece ante los ciudadanos Da la sensación de que les recrimina su ceguera al no ver la parte de culpa que les atañe por sus desgracias. Así que por una vez alguien tiene que dar la cara y asumir los errores. Pero no para soltar lastre con vistas a las elecciones, si no por salud democrática.
Victoria Lafora