Actualizado 12/07/2007 02:00

Victoria Lafora.- En memoria

MADRID 12 Jul. (OTR/PRESS) -

Hace diez años hoy, precisamente hoy, que España se paralizó conmocionada al saber que cumpliendo sus amenazas los etarras asesinos habían matado a Miguel Ángel Blanco. Fue como un manto de silencio el que cubrió a la sociedad que se echó a la calle, primero en silencio, incapaz de hablar, y luego gritando su repulsa por uno de los actos más cobardes y repugnantes de los muchos que había cometido esta banda de malhechores en su historia criminal. Llevaba, como recordarán, cuarenta y ocho horas secuestrado y más tarde, años después, se supo que, mientras otro lo sujetaba, un tal "txapote" le descerrajo varios tiros en la cabeza y le dejaron moribundo, abandonado.

Era un chico muy joven y su drama acuñó una afortunada frase: "todos nos sentimos Miguel Ángel Blanco". Porque aunque su asesinato no ha sido el último de estos desgraciados, sí fue el que logró una mayor respuesta ciudadana y una mayor unión de los políticos, los partidos, las asociaciones. Nunca se había visto una cosa igual y no se ha vuelto a ver. Diez años después, y para vergüenza de todos, ETA sí ha conseguido un objetivo: dividir a los demócratas. Y en verdad que lo ha logrado. En el pequeño pueblo de Ermua el homenaje al joven concejal asesinado dividió a la sociedad y a los partidos en dos. Su familia y la Fundación que lleva su nombre, acompañados por significativos dirigentes del PP, como Acebes o Zaplana se manifestaron por las calles. El resto de los partidos se concentró a la puerta del Ayuntamiento donde se leyó un comunicado de Zapatero.

Ni unos ni otros tuvieron la necesaria generosidad de, por una vez, solo por una vez, dejar de lado las diferencias que les separan (que visto lo visto son abismos) sobre la forma de afrontar la lucha antiterrorista y unirse en un solo acto de homenaje en el cementerio. Habrían dejado asombrada a la sociedad, hoy sería la noticia del día, ETA estaría más derrotada y algo habrá empezado a cambiar en este estéril enfrentamiento que rechaza la ciudadanía y coloca a los asesinos en el centro de la disputa política. Por eso nos queda a la sociedad civil, la que se echó a la calle estupefacta, aterida, mantener la memoria de un joven concejal que un día, cuando iba a trabajar, fue secuestrado por unos asesinos y durante cuarenta y ocho horas supo que lo iban a matar y que cada minuto de cautiverio era uno menos de vida. Y ponernos, diez años después, otra vez en su piel, en su terror, en su sufrimiento. Para honrar su memoria inocente y recordarle a las fuerzas políticas que nosotros no olvidamos y que solo juntos se conseguirá derrotar a estos asesinos.

Victoria Lafora.

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