Actualizado 29/04/2007 02:00

Victoria Lafora.- Palizas policiales

MADRID 29 Abr. (OTR/PRESS) -

La imagen de cuatro policías autonómicos catalanes propinando patadas, puñetazos y bofetadas a un detenido hasta dejarlo tirado en el suelo y lleno de sangre recuerda a las comisarías de la dictadura. Si además ese mismo día conocemos que al jefe del cuartel de Roquetas, donde murió también apaleado el agricultor Juan Martínez Galdeano, ha sido condenado por un atentado "no grave contra la integridad moral" a poco más de un año de prisión, es el momento de exigir tolerancia cero frente a la brutalidad con los detenidos. A las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad les costó años recuperar el respeto y el favor de una ciudadanía que, lejos de pensar que estaban ahí para ayudar, las veía como fuerzas represivas. Todo lo que recuerde torturas en comisaría remueve la memoria colectiva y hace saltar las alarmas sociales.

Bien es verdad que el agricultor almeriense, según la autopsia, murió como consecuencia del consumo de cocaína, pero eso no justifica que quede impune la paliza que recibió en un cuartel al que acudió a pedir ayuda y salió muerto. Como dijo su abogado al conocer el fallo del juez se abre la veda para que cualquiera que haya consumido droga pueda ser apaleado. El lenguaje jurídico siempre es algo abstruso para el resto de los legos pero, aún así, llama la atención que una brutal paliza se califique de delito contra la integridad moral para añadir en el siguiente párrafo que el teniente jefe del cuartel golpeó con la defensa extensible "de modo innecesario y en actitud denigrante y de prepotencia hacia el detenido". ¿En que quedamos? ¿Habría muerto Martínez Galdeano por culpa de la cocaína si no se le hubiera ocurrido la funesta idea de acudir al cuartelillo a denunciar un hecho banal? Porque esa es la clave. También es cierto, en el caso de la comisaría de Las Corts, que fue un mando policial el que ordenó colocar una cámara oculta en la sala de cacheos ante las continuas denuncias de malos tratos y que, gracias a esa grabación, se ha podido ver lo que ocurría cuando un detenido hacía el menor gesto de insubordinación o agresividad ante los agentes.

La saña con la que cuatro uniformados (tres porque uno de los agentes corretea alrededor de los demás como intentado no perderse la contemplación de los golpes) se aplican contra el detenido, caído en el suelo, ni siquiera se justifica por el riesgo de la situación ya que eran varios frente a uno y todos llevaban porra. En la Policía y en la Guardia Civil hay, como en cualquier otra profesión, gente perturbada e incluso sádica; el riesgo es que aquí van armados y en lugar de servir al ciudadano pueden matarle. Por lo tanto ante hechos así tolerancia cero y expulsión definitiva del cuerpo.

Victoria Lafora

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