MADRID 29 Ago. (OTR/PRESS) -
"El sistema democrático exige implícitamente la asunción de un compromiso ético por los políticos. Es la sustancia misma de la democracia la que exige a los políticos ese compromiso. Solo una concepción de la democracia vacía, entendida como mera forma de consecución del poder a través de una mayoría electoral, puede eludir el contenido ético que la propia Democracia conlleva.
La Democracia hunde sus raíces políticas e históricas en un sistema de valores: la dignidad esencial de la persona humana y su libertad son el fundamento del Estado Democrático de Derecho como mecanismo de limitación y control del poder, siempre responsable ante los ciudadanos. La Democracia contemporánea ha venido a ser no solo una forma de gobierno, sino una cultura y hasta una forma de vida".
Con estas bellas a la par que huecas palabras, comenzaba el Código Ético del Partido Popular. Un código cuya lectura hoy llenaría de vergüenza a sus firmantes si no fuera porque ese sentimiento parece haber desaparecido del su haber. Y es que, si les quedaba algún atisbo de ética, entre los asistentes a la cena de arranque de la precampaña electoral, el Presidente Camps, y el Portavoz, Esteban González Pons, lo dilapidaron en un alarde de cinismo, hipocresía y prepotencia, que superó con creces cualquier expectativa.
"No hay quien me mueva", se atrevió a afirmar Camps, sin saberse muy bien si se refería a los jueces, a los electores o al mismísimo Rajoy que, como acostumbra a hacer, no se encontraba presente, por si acaso, pero que envió a la cena a su portavoz, González Pons, para avalar la candidatura del Presidente valenciano: "Camps tu eres Presiente del PP y de la Generalitat y eres nuestro candidato y próximo presidente". Para terminar rizando el rizo con un brindis de "fuerza y honor" al que se sumó con aplausos y vítores la concurrencia. Fuerza y honor. Manda huevos, que diría Federico Trillo.
"La Democracia hunde sus raíces políticas e históricas en un sistema de valores", afirma el Código Ético del PP. ¿Es también en un sistema de valores donde tiene arraigadas las suyas el señor Camps? Parece que no; parece, más bien, tenerlas tan fuertemente hundidas en ese entramado de corrupción que es el caso Gürtel, que desarraigarlas le va a costar un esfuerzo ímprobo. Eso lo sabe Rajoy, quien ya tan solo confía en que se produzca un milagro. Por eso no fue a la famosa cena, pero envió a González Pons: Ve tu, que a mi me da la risa.