Publicado 23/01/2018 08:00

Antonio Casado.- Ni muertos ni elefantes

MADRID 23 Ene. (OTR/PRESS) -

Ni los muertos ni los elefantes podrían llegar a ser nunca muy honorables presidentes de la Generalitat. Lo vienen aireando los medios de comunicación, los sesudos letrados del Parlament, la doctrina judicial sobre las reiteración delictiva, las direcciones oficiales de los dos principales partidos nacionalistas (ERC y PdeCat) y, en fin, las causas judiciales abiertas contra Puigdemont por presuntos delitos de rebelión y otros.

Lo explicó Felipe González hace unos días: el Parlament no puede elegir a un elefante aunque los independentistas tengan razón al invocar un reglamento que no lo prohíbe. Es verdad. En ninguna parte del mismo se lee que la investidura del president está vetada a los elefantes como tampoco dice que esté vetada a un candidato no presencial.

Pero si alguien propusiera a un elefante para solicitar la confianza de la Cámara sería tomado por loco. Además estaría actuando fuera de la ley. Como si alguien quisiera seducir a los diputados sin dar la cara, por plasma, a más de mil kilómetros de distancia, precisamente en el templo de la palabra viva, el contraste, las votaciones y el debate con luz y taquígrafos.

Tampoco los muertos gobiernan. Muertos políticos, se entiende, como los que están irremediablemente abocados a la cárcel, la inhabilitación o el destierro voluntario. Es el caso del expresident Puigdemont. Al vivir en permanente reiteración delictiva es carne de presidio en lo judicial. En lo político, un tapón para los planes de sus costaleros aparentes, ERC y PdeCat, que compiten en su respectiva sed de poder y en sus respectivos afanes de recuperar el poder, desactivar el 155, no pisar la cárcel, librarse de la extorsión de la CUP, evitar una repetición electoral y volver a la política de las cosas.

Es doctrina compartida por Junqueras y Pascal, aunque ahora son rehenes de absurdas pretensiones de investidura a distancia o por persona interpuesta que aún defiende quien, tal y como se han puesto las cosas, ya sólo podría presidir un govern de caminantes blancos, esas criaturas que salen en "Juego de Tronos" al otro lado del muro de hielo al servicio del mal.

Seres ficticios que se comportan como depredadores de la razón. En eso se parecen a quienes, en nombre de obsoletas apelaciones tribales, han perdido la razón en larga, penosa y destructiva representación de una farsa. Fallida, claro, pues su mayor logro ha sido la aparición de Tabarnia.

Otra farsa independentista construida a imagen y semejanza de la que echó a andar Artur Mas cuando el Estado español estaba a punto del rescate europeo, los agitadores de la CUP acorralaban al govern por los recortes, la corrupción se adhería a las siglas de la CDC en el poder y el Gobierno Rajoy no quería tomarse en serio el pulso del separatismo.

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