Publicado 12/05/2015 12:00

Antonio Pérez Henares.- El día después.

MADRID 12 May. (OTR/PRESS) -

La España que amanecerá de la urnas dentro de dos semanas va a ser una España diferente a la que conocemos. Eso es lo único que no tiene dudas en el mar de incertidumbres sobre los resultados de las elecciones. Las encuestas son arenas movedizas, pájaros volanderos y hasta emigrantes que lo mismo auguran una cosa que la contraria y los gobiernos resultantes pueden salir con barba o la Purísima y hasta con periodo de caducidad acelerado. No se sabe nada excepto que van a cambiar muchas cosas. Pero el como y hacia donde es ya un arcano insondable. Y puede que lo siga siendo después de conocerse los resultados. Con un agravante, que a partir de ahí los ciudadanos ya chitón en boca, que aquí no hay segunda vuelta, y serán los cabildeos de partidos los que decidan las varas de mando y alguno se lleve el chasco de haber votado pensando hacerlo hacía un lado y que se lo usen para irse exactamente al opuesto.

Pero algunas cosas ya podemos anticiparlas. La primera, que el juego a dos y los nacionalistas a por la tajada, es cosa del pasado. Ese ciclo ha acabado. La segunda es que se jugará a cuatro como poco y en algunos lugares hasta a ocho. Pero habrá que ver los dos primeros, el bipartidismo de ayer, y su adelgace y los emergentes y su engorde. Y quien toca la música y quien va de comparsa.

Las elecciones autonómicas y municipales van a ser un test para saber de verdad el estado de opinión de la sociedad española. Aclararemos eso. Pero el día después, los días posteriores, quienes habrán de clarearse serán los partidos. Y ello va a ser igualmente decisivo en la siguiente toma de posición de los votantes. Porque de lo que ahí se produzca y de como se utilicen los escaños conseguidos no solo van a resultar alcaldías y presidencias de comunidades sino que la gente va a saber a que atenerse cosa que en algunos casos ahora puede que intuya pero a ciencia cierta no sabe. Y los tiros por la culata son los más dolorosos de todos.

Porque lo que no deja de sorprender es que estas elecciones son las menos locales que uno haya visto en su vida. Aquí lo que menos parece importar es el pueblo, la ciudad y el candidato. Esta vez todo parece que se juega a la marca y que la gente parece dispuesta a ello y en ello anda más que nunca hasta este instante. No se vota a Rajoy, a Sánchez, ni a Ribera y a Iglesias. Ellos esta vez no se presentan, pero todo indica que se les vota a ellos o contra ellos, que viene a ser lo mismo. Se vota al sombrero, al paraguas y a la chaqueta, no a quien se viste con ella. O al menos eso parece. Y puede que ahí vaya a estar en el futuro la mayor fuente de los chascos. Sobre todo si quienes se han amparado en la sigla de moda para pillar cacho, una vez pillado este hacen de su capa un sayo. Que eso en con lo que más tiento habrán de tener algunos.

El día después, por tanto, se presume tan interesante y trascendental como el día en que votamos. Lo malo es que en el día de después, la ciudadanía, por esta ley electoral nuestra, ya se queda muda e inerme. Ya no tiene voz ni voto. Pero me barrunto que si se la defrauda es algo que no olvidara en las generales, donde entonces sí que votaremos a favor o en contra de Rajoy, de Sánchez, de Rivera y de Iglesias y de esos programas que ahora son los que exhiben. Porque de lo local y lo autonomico aquí lo cierto es que apenas se oye hablar a nadie ni parece que a nadie les interesa. O sí y nos llevamos alguna sorpresa que otra.

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