MADRID 11 Sep. (OTR/PRESS) -
Ha empezado la subasta electoral y el carnaval de las promesas. En el turno de Mariano Rajoy, imbuido de la majestuosidad de presidente electo, promete millones de puestos de trabajo en la mejor tradición de anteriores gobiernos socialistas y populares.
Mientras Rubalcaba cifra en cien mil los jóvenes formados que tendrán su oportunidad, el turno de Rajoy va dirigido a los banqueros. Primero les ha pasado la mano por el lomo, aludiendo a los peligros de la morosidad. También ha descartado una subida de impuestos para la banca. Y la parte de la tómbola se refiere a la capacidad que tiene él, Mariano Rajoy, de ser interlocutor privilegiado con los bancos. Se ha comprometido a "hablar con los bancos" y a que de esas conversaciones salgan compromisos para que ayuden a salir de la crisis.
Primera pregunta: ¿Si tiene interlocución privilegiada con los banqueros, ¿por qué no la ha empleado hasta ahora? El sentido institucional, de lealtad con su país y de patriotismo, ¿no le ha convocado a echar una mano al Gobierno socialista para que los bancos agilicen el crédito, permitan renegociar hipotecas y colaboren activamente en la reactivación económica?
Las medidas anunciadas por Mariano Rajoy en relación con la economía y los proyectos de su futuro gobierno están envueltas en nebulosas que no permiten aflorar ninguna concreción.
A la vista de lo que está haciendo María Dolores Cospedal en Castilla La Mancha y el PP en Murcia y Galicia, por ejemplo, lo que cabe esperar de un Gobierno del PP en España es más recortes y más recortes sociales.
Nadie mira las medidas propuestas por el presidente Obama que están en línea opuesta a la preocupación por el déficit. El plan de Estados Unidos para fomentar empleo y formación lleva implícito un presupuesto de 220.000 millones de dólares. Si aquí seguimos recortando, estamos retrasando la recuperación. Si no se suben los impuestos y no se relanza la actividad económica, el resultado será más paro. De eso no ha hablado todavía Mariano Rajoy.