Publicado 11/03/2014 12:00

Cayetano González.- Diez años después

MADRID 11 Mar. (OTR/PRESS) -

El atentado terrorista cometido hace diez años en los trenes del corredor del Henares en Madrid, que costó la vida a 192 personas e hirió a cerca de 2.000 es de los acontecimientos que marcan la vida a toda una Nación, empezando por las propias víctimas. Todo el mundo recuerda qué hacía, donde estaba ese 11 de marzo de 2004 cuando a primera hora de la mañana se empezó a tener conocimiento que algo muy grave había sucedido como consecuencia de unas explosiones en unos trenes de cercanías. Paralelamente, las cifras oficiales de personas muertas iban vertiginosamente aumentado, y todo eso a tres días de unas elecciones generales sobre las que todas las encuestas daban por seguro ganador al PP. Lo que pasó después en la jornada electoral es de todos conocido.

Al cumplirse el décimo aniversario de aquella masacre terrorista, el primer recuerdo debe de ser para las víctimas del atentado. Para ellas, para sus familiares directos, seguramente da igual que pasen diez años, que veinte, que treinta. El dolor, la pena y el desgarro por la pérdida de sus seres queridos seguirá siendo la misma y no habrá lugar para el olvido, porque como dijo de forma certera Gabriel Moris, padre de una de las víctimas del atentado, "no se puede olvidar lo inolvidable".

Por eso, un motivo de reflexión para los políticos, para los jueces, para los propios medios de comunicación debería ser el constatar que una gran parte de las víctimas no están conformes con la sentencia que en su día se emitió después del correspondiente juicio. Si el propio Presidente de aquel Tribunal, el juez Gómez Bermúdez, acaba de reconocer que no se conocen a los autores intelectuales del mayor atentado terrorista cometido en España, qué podrán pensar sobre ese y otros extremos las propias víctimas. Éstas, y el resto de los ciudadanos con ellas, se merecen conocer toda la verdad sobre un atentado terrorista que pese al esfuerzo de algunos por negarlo, sí cambió el rumbo de la historia reciente de España.

Pero ese deseo legítimo de conocer toda la verdad sobre el atentado del 11-M choca contra una de las mayores taras de nuestro tiempo: el relativismo moral en el que se ha instalado la sociedad y sus dirigentes. Es mucho más cómodo pasar página de los sucesos dolorosos de nuestro pasado reciente. Es mucho mas cómodo justificar esa posición en base al argumento de que el asunto ya está juzgado y que lo que hay que hacer es mirar al futuro con esperanza. Sí, todo eso está muy bien, pero si ante acontecimientos de tanta envergadura una Nación, sus ciudadanos, sus gobernantes, deciden no querer saber toda la verdad de lo que pasó, quedará en evidencia que la salud moral de esa Nación, de esos ciudadanos, de esos gobernantes, deja mucho que desear.

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