MADRID 5 Abr. (OTR/PRESS) -
Parece claro y evidente que Zapatero, al tomar la decisión de no volver a ser el candidato del PSOE en las próximas elecciones generales, ha tenido en cuenta exclusivamente los intereses de su partido y los suyos propios, pero no los de España, porque en caso contrario, habría anunciado también que disolvía las Cortes y convocaba elecciones anticipadas para dejar que los ciudadanos y no sólo los militantes de su partido hablasen. Se quiera o no, si Zapatero agota como ha asegurado la legislatura, vamos a vivir un año de interinidad en la Presidencia del Gobierno. Un año, con un jefe del Ejecutivo en la rampa de salida. Y eso es muy malo para nuestro país en un momento en que lo que la economía requiere es un clima de confianza y de solidez en las instituciones.
Zapatero ha pensado en sus intereses particulares, y eso es muy comprensible. Abrasado en las encuestas, con un declive de su popularidad, con la confianza de los españoles en su gestión por los suelos, el presidente ha optado por la salida, donde también pueden haber pesado razones o motivos familiares, absolutamente respetables. También ha pensado en los intereses de su partido. Por mucho "ego" que tengan los políticos -que aumenta exponencialmente cuando llegan a la Moncloa- Zapatero ha llegado a la conclusión que ni los suyos le querían ya de candidato. Tiene que haber sido muy duro para él, escuchar en los últimos meses las voces de algunos barones regionales -Barreda y Fernández Vara fundamentalmente- que claramente le empujaban a que se fuera, por no recordar lo que dijo también hace unas semanas Felipe González cuando señaló que lo único que estaba en manos de Zapatero era decidir si quería continuar, porque la elección del candidato correspondía al partido. Mas claro, agua.
Pero a la decisión de Zapatero le ha faltado ese punto de grandeza que hubiese sido el acompañarla con una disolución de las Cortes -algo que constitucionalmente sólo puede hacer el presidente del Gobierno- y convocar elecciones anticipadas. Con un presidente agotado y acabado políticamente; con un Gobierno que atesora las mismas características que su jefe; con una situación económica delicadísima, es una irresponsabilidad prolongar esta situación de agonía política durante un año más. Amén de que cuando el PSOE elija a su candidato allá por el mes de julio, la bicefalia que se va a producir entre el actual inquilino de la Moncloa y quien aspira desde las filas socialistas a sucederle, va a ser bastante difícil de administrar.
Solamente un batacazo electoral de los socialistas en las elecciones municipales y autonómicas del próximo 22 de mayo podría alterar los planes de Zapatero. Y por cierto, ya pueden ir el PP y Rajoy cambiando el "chip" de su discurso, porque el "leitmotiv" del mismo ya ha anunciado que se va.