Actualizado 07/05/2010 14:00

Charo Zarzalejos.- La sorpresa de lo esperado.

MADRID 7 May. (OTR/PRESS) -

Resulta contradictorio pero es lo que ha ocurrido. No se ha dejado de producir una cierta sorpresa. Lo esperado, salvo para los optimistas compulsivos, era que la reunión de Moncloa acabara como acabó. En realidad, el convocante, es decir: el Presidente del Gobierno, acotó de antemano el margen del acuerdo, el listado de los asuntos a tratar: Grecia y Cajas de Ahorros. Ambas cuestiones tienen importancia y mucha, pero el acuerdo, con más o menos matices, existía de antemano.

Sin duda, la foto de Portugal con Sócrates y su adversario político nos produjo a todos una sana envidia. Ambos se reunieron, acordaron medidas de alcance y estructurales y acordaron, además, adelantar en el tiempo su puesta en practica. A estas alturas el factor tiempo se ha convertido en un factor de capital importancia. Día que pasa sin que se perciba con claridad que hay una estrategia decidida para afrontar los problemas de fondo, es dinero que se gasta de más y es día que sirve para aumentar la desconfianza de los mercados, ese ente difícil de comprender pero que existe, que está ahí y que guste o no decide en buena medida la suerte de las economías. De la española y de las demás.

Con los antecedentes existentes no deja de ser llamativa la sorpresa que ha originado lo esperado: No hay acuerdo de fondo, no hay encuentro en la estrategia a seguir y ni siquiera hay coincidencia en el diagnóstico. El mensaje que se recibió, más allá de las palabras, produjo enorme desconfianza y la respuesta inmediata fue una caída en el mercado de valores, Así están las cosas y así van a seguir.

De la reunión de Moncloa lo que sí salió con nitidez es que hay dos formas de entender la solución, que hay dos estrategias y tanto Rodríguez Zapatero como Mariano Rajoy tienen que asumir la responsabilidad de sus posiciones. Hoy por hoy el legitimado por las urnas para llevar a delante sus recetas es el Presidente del Gobierno que _hay que recordarlo_ siempre ha tenido el apoyo del PP en las medidas de más alcance y que incluso sin el PP puede obtener la mayoría parlamentaria necesaria para llevar a delante sus recetas.

A todos nos hubiera gustado un acuerdo, pero no un acuerdo para la foto, sino un acuerdo con contenido, entendible por los ciudadanos y tranquilizador para los mercados. No ha sido posible, ni lo va a ser. Rajoy no puede imponer sus criterios a Zapatero, ni Zapatero puede renunciar a lo que es su convicción profunda de que el Gobierno lo está haciendo correctamente. En ese sentido, la reunión ha sido clarificadora. Sabemos con más claridad si cabe donde está cada cual. Sabemos que es un mantra eso de que el PP pone palos en la rueda porque ha apoyado muchas, muchísimas de las medidas del Gobierno y sabemos cual es el resultado de la política del Gobierno.

Lo esperable, que es tanto como decir "lo deseado", no debe causar sorpresa y ni mucho menos melancolía por lo que pudo ser y no es. Habrá que asumirlo con calma, observando con atención el devenir de los acontecimientos y, finalmente, cuando toque, optar a través de las urnas.

Hemos vivido jornadas negras para la economía española. Los rumores han tenido más credibilidad que el Gobierno y aunque el Presidente no lo quiera ver no está demasiado lejos de sentir en sus carnes políticas como la realidad le supera. Nunca es tarde para una vuelta de tuerca, para una pizca de humildad porque pronto o tarde, este Presidente se verá en la necesidad imperiosa de modificar su discurso de derechos por el discurso del sacrificio. Cuanto antes pase el mal rato mejor para él y para todos.

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