MADRID 26 Abr. (OTR/PRESS) -
La carrera del Gobierno para que Batasuna no pueda presentarse a las próximas elecciones directamente ni tampoco bajo ningún disfraz si no cumple la Ley de Partidos empieza a resultar vertiginosa, pero parece condenada al fracaso material y político. En el primer caso, por los obstáculos que una medida tan grave como limitar el derecho de sufragio debe superar necesariamente en una democracia digna de tal nombre antes de hacerse efectiva. En el segundo, el político, por las dudas sobre la sinceridad del Gobierno que sigue sembrando el PP
Nada deseamos más la mayoría de los ciudadanos que ver de nuevo a los dos grandes partidos sumando contra ETA. ¿Tal vez por eso, cara a la galería, los dos compiten en ofrecerse y pedirse unidad? ¿Solo porque no hay elecciones, para que no les "castiguen" las urnas? De ser así sería una cruel impostura, pero me temo que eso es lo que va a haber que concluir. Ninguno de los dos se ha movido o parece dispuesto a moverse un milímetro para acercarse al otro en aras del entendimiento político - es decir, pactado - que dicen buscar. Y, claro, así no hay forma
La sesión de control al Gobierno que se celebró ayer en el Senado fue, por desgracia, otro diálogo para besugos. En vez de responder al emplazamiento del PP para que convoque ya la reunión para acercar posiciones que le ha ofrecido a Rajoy o explicar por qué tiene que ser en junio y no ahora, el presidente Zapatero emplazó a su vez a los populares a que "pongan algo, un poco de su parte, en el apoyo al Gobierno en la lucha contra ETA". Y en vez de poner ese algo "de su parte" de entrada: como siempre hasta ahora ha hecho el principal partido de la oposición con todos los gobiernos, el PP redobló la siembra de sospechas sobre la "rendición" del Gobierno a ETA y a Batasuna.
Dos no se entienden, evidentemente, si uno no quiere. Y mi impresión es que el Gobierno y el PP en realidad no quieren entenderse. Lo que los dos entienden por "unidad contra ETA" es que el otro se una a su verdad sobre ETA. En realidad, a su media verdad. O a su media mentira, que eso es, como es sabido, lo que en realidad son las medidas verdades: simples medias mentiras.
Consuelo Sánchez Vicente