Actualizado 13/05/2007 02:00

Curri Valenzuela.- Lados oscuros

MADRID 13 May. (OTR/PRESS) -

Dos artistas. Dos mujeres. Dos mundos. Dos lados oscuros femeninos, de esos que levantan pasiones entre mucha gente, en unos casos quienes se sienten atraídos por una personalidad, un arte; en otros, por puro morbo. Da la casualidad que en la misma fecha en que se celebraba ayer con mucha pompa el centenario del nacimiento de Katharine Hepburn se llegaron a pagar hasta seis mil euros por presenciar desde un balcón de la Plaza Mayor de Valladolid el primer concierto de Isabel Pantoja desde que fuera detenida. Y eso que su actuación era gratis; para el público, claro.

Puede parecer una temeridad, al menos a primera vista, comparar a la Hepburn con la Pantoja, sobre todo desde el prisma español, porque la tonadillera sale malparada en casi todas las facetas en las que se la mida con la única actriz que ha conseguido cuatro 'Oscars', a excepción, según los gustos más hispanos, de lo físico, donde sin duda contaría a favor de Pantoja la manera provocativa en la que nuestra artista contonea el trasero en el escenario frente al perfecto esqueleto, pero demasiado eso, esqueleto, de la norteamericana, de quien su gran amor Spencer Tracy lo más que llegó a decir en plan piropo fue aquello de que "tiene poca carne, pero la que tiene es de mucha calidad".

Hepburn era una mujer reservada, elegante, criada por una madre feminista de la alta sociedad del Este norteamericana, que no fue a Hollywood a recoger ninguno de sus 'Oscars' por rechazo a la frivolidad de esas ceremonias y que observaba cómo le concedían los premios vestida en pijama frente al televisor. Su lema de vida, decía ella, era "ser una misma, no rendirse nunca y no poner demasiada harina en los brownies".

Es imposible imaginarse a una mujer más opuesta a esa personaje que Isabel Pantoja. Con su madre al lado, luego seguida por todos los paparazzi de los que se queja tras haberlos alentado, televisando en directo cada avatar por los que ha pasado su vida, desde su anuncio de que llegaba virgen al matrimonio con Paquirri hasta el comunicado rompiendo con Julián Muñoz en un programa de televisión, solo tiene en común con Hepburn lo de no rendirse nunca, por lo demás hasta resulta inverosímil imaginarnos a Pantoja como a Hepburn con las manos en la masa horneando galletas en la cocina de su casa de campo frente a unas maravillosas vistas, sin fotógrafos a la puerta.

Ambas tuvieron, sin embargo, como tantas otras mujeres aparentemente fuertes, lados oscuros que escondían relaciones tortuosas de carácter amatorio. De Hepburn solo nos enteramos a su muerte de lo que sufrió soportando a un Spencer Tracy alcohólico y despótico que la humillaba delante de sus conocidos. De Pantoja conocemos hasta la saciedad sus idas y venidas de la mano de famosos y famosas que, pegarla, no la habrán pegado, pero que de la última de sus relaciones se ha derivado una situación que podría hasta enviarla a la cárcel. Visto desde estos lados oscuros, no es tan distinta la vida de la elegante Katharine Hepburn y la popular Isabel Pantoja.

Curri Valenzuela

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