Publicado 04/07/2019 08:00

Fernando Jáuregui.- Pedro Sánchez y el 'efecto Gorbachov'

MADRID, 4 Jul. (OTR/PRESS) -

Aunque todos le hayamos escamoteado los elogios, a Pedro Sánchez hay que reconocerle que ha hecho un buen papel, al menos en este momento, en Europa. Se ha colado en el tándem franco-alemán que es la locomotora de la UE, y no solamente por haber logrado que Borrell se convierta en el 'ministro de Exteriores' de la Unión: la voz de Sánchez cuenta. Desconocer la buena mano jugada por Sánchez con Merkel y Macron sería falaz y algo sectario. Pensar que este triunfo internacional le habilita como un estadista en los asuntos internos sería, por otro lado, un triunfalismo excesivo: el presidente en funciones y aspirante a seguir en La Moncloa aún debe mostrar que es capaz de volar más alto, más allá, que la ramplonería que caracteriza este secarral político español.

Le quedan menos de veinte días para ello. Los mismos días que tienen los otros tres líderes, además de los nacionalismos, para llegar a un acuerdo de convivencia que cristalice en la investidura de Sánchez como presidente. Veremos en qué paran las llamadas de Sánchez a Rivera, Casado e Iglesias, una llamada creo que irresponsablemente desatendida por el primero de los citados: hay que recordar las cosas que desde Ciudadanos se dijeron cuando Sánchez, instalado en el 'no es no', dio un portazo en las narices de Rajoy. Negarse al diálogo evidencia que el prometedor Rivera se enroca en sus antipatías y odios personales más que en el bien del Estado. Temo que acabará pagándolo caro.

De momento, quien sale bien parado en las fotos (en Bruselas, en Osaka, en El Elíseo) es Sánchez, a quien incluso favorecen los desplantes (¿o bromas?) impresentables de Trump. Le pasa al presidente español lo mismo que le ocurría a Mijail Gorbachov, el mítico mandatario ruso, amado en la prensa internacional y aborrecido en no pocos círculos en el interior de la hoy extinta Unión Soviética: me cuentan que, durante un encuentro con Felipe González, con quien 'Gorbi' se llevaba muy bien, le confesó su amargura porque se sentía triunfador cada vez que traspasaba las fronteras de la madre rusa y perdedor sin remedio cuando regresaba a Moscú.

Bueno, al menos Gorbachov ha pasado a las páginas buenas de la Historia, aunque nos acabase dejando, como herencia remota, a alguien como Putin. No sé en qué páginas históricas acabará recalando Sánchez, que todavía es una incógnita y a quien le quedan menos de veinte días para hacer otro de los bastantes milagros que han caracterizado su azarosa carrera política. Tampoco estoy seguro de que tenga entre los políticos españoles aliados como Merkel o Macron, dos indiscutiblemente grandes estadistas, para intentar la gran pirueta: me temo que, si exceptuamos a Iván Redondo, Abalos, Borrell (o Miguel Angel Revilla, único apoyo que ha conseguido en estos dos meses tras las elecciones) y algún otro, Pedro Sánchez está, como Gorbachov, solo en casa. Y el reloj corre, como un caballo desbocado, hacia el 23 de julio.

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