Publicado 26/01/2023 08:02

Fernando Jáuregui.- Propuestas, propuestas, que aquí son 'rara avis'

MADRID, 26 Ene. (OTR/PRESS) -

He aguardado unas horas antes de pronunciarme acerca de lo que considero que ha sido uno de los sucesos más notables en el secarral político que constituye nuestra nación: el lanzamiento de un programa regeneracionista -o pretendidamente regeneracionista- por parte de un Alberto Núñez Feijoo que llevaba algunas semanas como alicaído, como con falta de ganas de entrar de lleno en la pelea política que le aguarda de aquí a que, presumiblemente en diciembre, se celebren las elecciones legislativas tras esas 'primarias sui generis' que van a ser las municipales y autonómicas de mayo.

Y digo que me parece notable porque el coyunturalismo habitual de nuestra política suele excluir proyectos a largo e incluso a medio plazo y, por otra parte, aquí nadie habla de regeneración, quizá porque no se quiere admitir que la degeneración de nuestra política -y en la de gran parte de Europa- es un hecho palpable.

El error, y quizá también el acierto desde un punto de vista de lograr notoriedad, ha sido colocar en primer lugar la propuesta de que gobierne la lista más votada, aunque se haya limitado la iniciativa a un ámbito donde la idea ya era vieja: el municipal. Pero todo el mundo ha entendido que el 'programa de máximos' supondría extenderlo a los ámbitos autonómico y nacional. Un acuerdo entre los partidos mayoritarios para que gobernase, sin necesidad de hacer 'segundas vueltas', la lista más votada, tendría efectos inmediatos de restar importancia a los partidos del extremo político y eliminar la necesidad de hacer coaliciones o acuerdos con 'extraños compañeros de cama', como son Podemos para el PSOE y Vox para el PP.

La idea ha sido, como era de esperar, tan ardorosamente combatida desde todos los restantes partidos -e incluso desde algún sector poco comprensivo del PP- que ha difuminado en la práctica las otras sesenta iniciativas para hacer progresar una democracia moderada en terreno patrio: desde la democratización de algunas instituciones hasta la moralización de algunas malas prácticas, la 'lista de Feijoo' contiene iniciativas interesantes que me hacen recordar aquellos acuerdos efímeros a los que llegó en 2016 el hoy casi desaparecido, por sus muchas culpas, Ciudadanos; primero con el PSOE, luego con el PP. Acuerdos que hubiesen sido beneficiosos para el progreso de la nación hacia una mayor coherencia y modernidad y que, sin embargo, quedaron, obviamente, en nada.

Pienso que incluso a nivel mediático las propuestas de Feijoo merecerían un análisis lo suficientemente demorado, en sus bondades, en sus utopías y en sus carencias: por ejemplo, me parece, como periodista, triste que entre las medidas no se incluya ninguna que redunde en una profundización de la libertad de expresión en todos sus conceptos, comenzando por la exigencia de más transparencia a las fuentes 'oficiales'. Lástima que la sociedad civil española, que debería ser la que acogiese con mayor o menor benignidad esta iniciativa, ame más el duelo a garrotazos que el sereno contraste de pareceres, y que cualquier idea nueva que aterrice por estos pagos sea combatida desde todos los frentes antes de que nadie pueda tomarla en consideración.

Ha sido, en suma, un fracaso admirable de Feijoo, que ha conseguidos titulares por un día, y apenas limitándose estos a la propuesta de la lista más votada, que, he de insistir, a mí me parece razonable y perfectamente factible sin necesidad de tocar la Constitución. Bastaría un acuerdo entre los dos grandes partidos nacionales. Pero, claro, ese es el quid de la cuestión: ¿es siquiera imaginable un acuerdo entre los dos grandes partidos cuando el jefe del Gobierno y el de la oposición llevan meses sin reunirse, contra lo que se hace en casi todas las democracias de nuestro entorno? ¿Es pensable un pacto de gran alcance cuando han sido preciso años para acordar el suprimir un calificativo lamentable con el que nuestra Constitución denigraba la discapacidad? Pues eso: un fracaso a mi juicio admirable. Que no decaiga, señor Feijoo, y que el desaliento ambiental no llegue a vencernos: más que aquel 'programa, programa' de Anguita, lo que yo pediría es 'propuestas, 'propuestas'. Y que el cainismo patrio no las bombardee casi incluso antes de que las lancen.