MADRID 16 Oct. (OTR/PRESS) -
El argumentario contra Zapatero, aquel que considera al presidente artífice de todos los males -reales o imaginarios- que aquejan a España, recoge en su frontispicio la declaración en la que oficializó, en junio de 2006, el inicio de los contactos con la banda terrorista ETA y en la que, entre otras cosas, prometió que su gobierno respetaría "las decisiones que los ciudadanos vascos adopten libremente". Se sostiene que ese pronunciamiento solemne dio alas al lehendakari para persistir en su ensoñación de convocar una consulta popular para refrendar lo suyo. Vamos, que de aquellos polvos vienen ahora estos lodos.
Quienes airean esta tesis mutilan interesadamente la declaración de Zapatero que, a renglón seguido, condicionó el respeto a las libérrimas decisiones de los ciudadanos vascos a que éstas respetaran a su vez "las normas y procedimientos legales, los métodos democráticos, los derechos y libertades de los ciudadanos" y se produjeran "en ausencia de todo tipo de violencia y coacción". Cabe imaginar que nada distinto dirá el presidente al lehendakari en su encuentro en La Moncloa; quizás sólo añada el recuerdo de la evidencia: el retorno de ETA a su actividad criminal, que todo lo trastoca. Así se lo recordó también a Ibarretxe el todavía presidente del PNV, Josu Jon Imaz, en su artículo "No imponer, no impedir", cuando se pronunció en contra de un referéndum que no puede ser consentido: "No hace falta ser adivino para imaginar a ETA matando en nombre de la defensa de una presunta voluntad popular no atendida. No en nuestro nombre".
Ni sé cómo será España dentro de cincuenta años ni estoy cerrado a contemplar cualquier posibilidad, incluso otra organización territorial del Estado. Pero me parece increíble que el lehendakari reclame la autodeterminación para los vascos cuando muchos vascos sometidos a la violencia terrorista no están en condiciones de decidir sobre su propia vida, y resulta inaceptable que un responsable político reclame más democracia por el procedimiento de vulnerar las reglas del juego democrático.
En los próximos meses los vascos ejercerán de nuevo su capacidad de decidir. Los militantes del PNV tendrán que optar sobre el camino a seguir y los caladeros en los que pescar nuevos votos. Y todos los ciudadanos de Euskadi deberán decidir en las urnas si confían el futuro a un político como Ibarretxe que tan peligrosamente maneja el presente.
Isaías Lafuente