MADRID 20 Ago. (OTR/PRESS) -
Se han cambiado los hábitos: Antes, hace unos pocos años, los políticos "tenían derecho" a disponer de un mes completo de vacaciones, por complejo, aunque ya se criticaba el hecho de que las vacaciones parlamentarias fueran tan abundantes como son las vacaciones de los escolares. Las vacaciones parlamentarias se han abreviado escasamente, pero hay comisiones de trabajo como la que forzó a la ministra Álvarez a comparecer, y mantuvo atenta a toda la clase política.
En cuanto a los líderes, se sigue con especial atención, en particular, dónde, cómo y cuándo veranean los Reyes y el Jefe del Gobierno, que suelen hacerlo a cuenta del presupuesto del Estado. Lo que hagan los restantes importa mucho menos. Pero sí resulta imprescindible que sí se produce alguna catástrofe de relieve esos altísimos dirigentes estén atentos, incluso viajen al lugar de los hechos y hagan las correspondientes manifestaciones públicas. Cada vez es más exigente la opinión pública con estos personajes "de la nómina del Estado". Este año, por ejemplo, ha resonado con estrépito la opinión del senador Anasagasti sobre las tareas no abrumadoras de los miembros de la abultada familia real. No menos espectacular ha sido la atención puesta en los bikinis de doña Sofía y doña Letizia, o en el baño de las infantas. Cada uno de ellos son "carne de paparazzi". Y muchos estarán contando: la familia real este año consumirá en Marivent cincuenta, sesenta, o setenta y cinco días.
En cuanto a Zapatero, se sigue con denuedo su guía vacacional, y si irá a la residencia oficial de Canarias o a Doñana. En todo caso, no faltará también quien diga que vive a cuerpo de rey y a costa de los presupuestos. Desde que a Felipe González se le ocurrió subirse al Azor que había utilizado Franco, las vacaciones de los jefes de Gobierno también están "bajo lupa", bien sea porque se realizan en terrenos ya pagados por el Tesoro Público o porque el correspondiente jefe de Gobierno atiende las amabilidades personales de un empresario de buenas finanzas. Recuérdese al Aznar, a quien antes agasajaba la familia propietaria de Porcelanosa y ahora agasaja la familia Matutes. Nunca se han librado, y parece que nunca se librarán, de los críticos más atentos, dedicados por oficio y por ejercicio de guardia profesional a sacar punta a quien sea.
En esta ocasión, ni el mismísimo jefe de la oposición se ha salvado: Mariano Rajoy tenía el compromiso de acudir a la toma de posesión de Miguel Sanz y aprovechó la presencia de micrófonos para arremeter contra Magdalena Álvarez al igual que lo hacían todos los restantes líderes del parlamento nacional o catalán. Pero ya se había puesto una falta por ausencia en el expediente de un Rajoy "en paradero desconocido".
JOSÉ CAVERO