MADRID 26 Abr. (OTR/PRESS) -
La Encuesta de Población Activa revela que entre quienes están en edad y disposición de trabajar, hay más de cuatro millones de personas que no lo consiguen, una vez que en un solo trimestre han perdido su empleo más de 800.000 españoles. No hay precedentes de una crisis así en la España contemporánea y todo parece indicar que no hemos tocado fondo, por lo que se da por hecho que será factible una tasa de paro del 20 por ciento este mismo año. La duda está en el cuándo se alcanzará, no en el qué.
Tres factores explican lo que está sucediendo en una economía que arrastra una tasa de paro por encima del 17 por ciento. Uno es la destrucción de empleo en la construcción y, por añadidura, en el turismo residencial. Otro es el parón industrial, debido no solo a un problema de demanda interna, sino a la caída de las exportaciones a países igualmente en crisis. Y el tercer factor es la falta de confianza, que afecta a la banca, a las empresas y, finalmente, a las familias. Incluso las personas con empleo estable, como por ejemplo los funcionarios, consumen menos.
Ante este panorama, el presidente Rodríguez Zapatero garantiza que nunca acordará despidos baratos, ni recortes sociales ante la crisis económica, y el líder de la Oposición, Mariano Rajoy asegura que no hay una salida socialista a la crisis. Más allá de la retórica, el jefe del Gobierno subraya que la recuperación económica debe enfocarse hacia el crecimiento productivo y no al ladrillo o la especulación, y el presidente del PP reprocha a Zapatero no acometer las reformas que necesita España por tener miedo a perder el poder.
Se refiere, lógicamente, a posibles medidas en el mercado de trabajo. Es posible que si no hay recuperación, las cosas sigan, por desgracia, el camino que marca Rajoy, pero si con la legislación actual se van cada día al paro 9.000 españoles, ¿cuántos se irían si el despido fuese libre y gratuito? Zapatero debería concretar más a qué se refiere exactamente con el crecimiento productivo y Rajoy haría bien en presentar medidas en positivo, si las tiene, y no tanto en abanderar el recorte de las políticas sociales propias de un Estado de bienestar. Ese triste papel que se lo deje a Aznar.
JOSÉ LUIS GÓMEZ