MADRID 9 Abr. (OTR/PRESS) -
El asunto del "secuestro" de los militares británicos por el régimen de los ayatolás constituye una manifestación supina de la enorme debilidad occidental frente a los sistemas autoritarios. Ahmadineyad no sólo burla a la comunidad internacional al negarse a paralizar su programa nuclear sino que además retiene por la fuerza a ciudadanos occidentales sin justificación alguna. Hace ambas cosas porque sabe que nadie va a hacer nada contra él. Las sanciones son blandas, gracias a sus amigos rusos y chinos, y además, como todo el mundo sabe, ese tipo de actuaciones jamás han servido para torcer la voluntad de los tiranos. Que se lo pregunten a Castro que lleva casi medio siglo "asfixiado" por las sanciones norteamericanas.
Los iraníes actúan como actúan porque saben que es impensable que la ONU o los EE.UU. lancen un ataque militar a su país. Las operaciones quirúrgicas coyunturales son fuegos artificiales. Causan un estrépito momentáneo, son espectaculares, pero no sirven para nada y, obviamente, la hipótesis de una acción militar terrestre contra Irán es impensable después de la que está cayendo en Irak. Para más INRI, EE.UU. vuelve al viejo conflicto entre la Casa Blanca y el Congreso que llevó a una casi total parálisis de la política exterior de mediados a finales de los años setenta del siglo pasado. En este contexto, los gobernantes de Teherán no se enfrentan a ninguna amenaza real que les obligue y/o anime a ceder o, al menos, a negociar.
Por tanto, los rehenes británicos sólo serán liberados o bien porque a los iraníes les da la gana y quieren mostrar al mundo la clemencia de los poderosos o bien porque el Reino Unido les da algo a cambio. Cualquiera de esas dos opciones es una pésima noticia. A veces, uno hecha de menos la vieja diplomacia de las cañoneras cuando bastaba poner en juego esa posibilidad para que los déspotas de turno se "bajasen los pantalones". Ahora las cosas ya no son así y, por desgracia, nada hace pensar que exista un mecanismo que permita garantizar un mínimo de seguridad global.
Lorenzo Bernaldo de Quirós