MADRID 5 Jun. (OTR/PRESS) -
La decisión de la Administración Obama de acudir en socorro de General Motors inyectando 30.000 millones de dólares para facilitar su reestructuración y garantizar la viabilidad de la antigua reina de Detroit ha desatado un sinfín de demandas en otros países para que sus gobiernos imiten el ejemplo norteamericano. De nuevo se pretende utilizar el dinero de los contribuyentes para salvar compañías que no saben, no quieren o no pueden adaptarse a la crisis. De entrada, las políticas de salvamento de un sector o de una empresa concreta plantean una pregunta: ¿Por qué unas sí y otras no? Como este interrogante carece de una explicación racional, se inventan mil teorías sociales y económicas para justificarlo. Sin duda, la situación de los fabricantes de coches es mala pero no peor que la de millones de ciudadanos y miles de compañías que se ven también golpeadas con dureza por la recesión.
Por otra parte, el problema de la industria automovilística en numerosos países, EE.UU. y España incluidos, no son de ahora ni han sido causados por la debacle económico-financiera internacional. El origen de sus actuales males reposa en su incapacidad de adaptarse a las demandas de los consumidores y, por tanto, en su pérdida de mercados frente a sus competidores. En el caso español, la deslocalización de la producción de vehículos estaba cantada porque era más barato fabricarlos en otras zonas. La crisis sólo ha acelerado el proceso de ajuste que estaba en marcha. Ante este panorama, las ayudas públicas al sector de la automoción no resuelven los problemas de fondo y, en consecuencia, en el mejor de los casos sólo sirven para retrasar un ajuste inevitable.
Si la demanda de coches cae, los fabricantes deben adaptarse a ese escenario bien reduciendo sus costes bien mejorando su competitividad bien con una mezcla de ambas. En caso contrario no serán capaces de sobrevivir y no está justificado suministrarles dinero público hasta que pase en temporal. Es más, la crisis debe ser un acicate para que la industria de la automoción realice los deberes que tiene pendientes. Así pues ni un euro ha de destinarse a socorrer a los productores. Esto es pan para hoy y hambre para mañana. Puestos a paliar el impacto de la crisis sobre los trabajadores es mucho mejor darles el dinero a ellos y dejar que el mercado seleccione a las empresas que tienen futuro.