MADRID 13 May. (OTR/PRESS) -
Los españoles somos gente a la que nos cuesta el día a día, los deberes cotidianos, el cumplimiento de la rutina, pero sacamos lo mejor de nosotros mismos en las circunstancias extremas. En el terremoto de Lorca ha quedado demostrada la solidaridad, los reflejos, la capacidad de organizar la improvisación, y la civilizada reacción de los damnificados. Como no podía ser de otra manera, a pesar del celo electoral, los partidos se dieron un descanso, y las administraciones -la del Gobierno estatal y autonómico- colaboraron con prontitud y eficacia... iba a escribir "como no podía ser de otra manera", pero en muchas ocasiones puede ser de otra manera, porque el zancadilleo, cuando las administraciones son de distinto signo político, de diferente ideología, son una constante en las situaciones ordinarias, con rivalidades que van desde el ridículo protocolario a la miserable negación de ayudas. Por fortuna, los ministros del PSOE se olvidaron que el presidente de Murcia es del PP, y el presidente del PP de Murcia obvió que los ministros que le mandaban ayuda eran del PSOE.
Y de manera conjunta se ofreció la rueda de Prensa y... hasta aquí duró la fiesta. En la visita sobre el terreno cada uno se fue por su lado. El presidente autonómico con Mariano Rajoy, y los ministros por su cuenta. Como le sucede al escorpión, debe estar en su carácter.
¿No era posible, ante el desastre, girar una visita conjunta, y olvidarse de las rivalidades pasadas, y de las elecciones presentes, y de los resultados futuros? Al menos, no fue posible, es posible porque, puestas las disposiciones en marcha, todos, unos y otros, cayeron en la cuenta de que lo extraordinario se volvía ordinario.
Acabo de concluir "El Reclamo" de Raúl del Pozo, una confesión a sí mismo que deja hecha trizas la llamada memoria histórica, y que también redunda en esa naturaleza de los españoles, siempre extraordinarios si la situación no es ordinaria. Magnífico relato. Hay también cal y arena, pero para todos, porque todos eran valientes y traidores, generosos y perversos: los maquis y los guardias civiles. Con la novela de Raúl y con el desastre de Lorca he aprendido más de la cal y arena de España que con veinte sesudos ensayos.