Publicado 02/12/2025 08:01

Luis del Val.- El suicidio es cosa de niños

MADRID 2 Dic. (OTR/PRESS) -

Cuando el poeta y político Emilio Gastón tuvo que ir a Londres, a recuperar el cuerpo de su hija, Diana, fallecida a temprana edad, por una peritonitis, se sentó en el avión y, sumergido en una nube de tristeza, escribió un poema que, cada vez que lo leo, se me humedecen los ojos. Ayer me acordé de ese poema, tras enterarme de los escasos detalles que se conocen sobre el aparente suicidio de las dos adolescentes de Jaén.

Y no me costó nada imaginarme ese terrible clavo de dolor, esa estupefacción torturante, que llega hasta los huesos del alma, y te destroza, y obliga a preguntarse por la indiferencia de los los hados y los dioses. Cada tres días, aproximadamente, en España, un menor entre doce y quince años se suicida. Los mayores de quince -hasta los veintinueve- lo hacen con mayor frecuencia: casi uno al día. En sociedades sin libertad y con ausencia de comida, en lugares donde a los ocho años un niño puede estar trabajando en el interior de una mina, no existe el suicidio infantil.

Se quieren escapar, sí, pero de la mina y del país injusto en el que han nacido, pero no huyen de la vida, como en las llamadas sociedades del primer mundo. Y somos los primeros, sí, pero en niños que se suicidan. Algo está sucediendo en la pubertad y en la adolescencia de los menores españoles. De aquí al domingo, dos de esos niños tomarán una decisión que pondrá de luto las almas de sus padres y de su familia. Y de perplejidad a sus compañeros de escuela. No podemos echar toda la responsabilidad exclusivamente sobre los padres, los profesores y el acoso escolar.

El acoso escolar es algo muy serio, pero siempre lo hubo, y no derivaba en una decisión trágica. Conviene que reflexionemos y estudiemos esta dramática circunstancia que se repite.. ¡casi todos los días! Curiosamente este terrible fenómeno no se produce en los sectores de mayor pobreza, y con necesidades básicas sin cubrir. Algo estamos haciendo mal. Está decadencia merece que hagamos una pausa y nos pongamos a reflexionar. La urgencia no es buena para la reflexión, pero no podemos perder el tiempo, porque cada tres días, un pubescente, un adolescente, una niña que era la princesa de la casa, o un niño que era el rey del hogar, arroja su manto y su corona, y se despeña hacia un adiós definitivo. No es para que estemos cruzados de brazos, porque no puede ser una maldición inexorable.

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