MADRID 21 Abr. (OTR/PRESS) -
El juego político del PP, siempre bastante incomprensible, a veces no les da malos resultados. En el escándalo de la no sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut de Cataluña, por poner uno de los ejemplos más actuales, el PP participa en este debate como si fuese uno más de los contendientes, cuando la verdad es que todo lo que sucede tiene a ellos mismos como grandes culpables, ya que son ellos los que hace cuatro años presentaron el recurso de inconstitucionalidad y jamás después han tomado la decisión de retirarlo, pese a las gravísimas consecuencias de todo ello. Y no les sale muy mal el juego porque casi nadie se lo recuerda continuamente. Incluso se especula con la posibilidad de que tras las elecciones catalanas el PP pacte con CiU para permitir que esta formación se haga con el Gobierno de la Generalitat, a la vista de los líos del tripartito y del riesgo de que éste no pueda repetir Gobierno o bien por falta de entendimiento entre ellos o bien por falta de votos parlamentarios para alcanzar la mayoría absoluta.
De manera que el PP recurre contra el Estatut por superespañolismo y los nacionalistas moderados de CiU parecen dispuestos a llevar su moderación hasta el extremo de dejarse ayudar por los de Rajoy y después seguramente a la inversa, en el caso de que el PP ganase las generales sin la mayoría suficiente para gobernar. Claro que tal enjuague no podría salirles bien a ninguno de los dos, si tienen algún valor todas las cosas que uno y otro han venido diciendo y haciendo en estos últimos años. O sí, como diría Rajoy, dada la alta capacidad de olvido acreditada por este maravilloso pueblo nuestro, que podría abarcar al abandono de las más profundas convicciones aparentes de ambos partidos. Aunque también es cierto que las ondas puestas en marcha en estas últimas semanas son una invitación a la esperanza de que el olvido puede dejar en breve de ser una característica de nuestro comportamiento colectivo. Me refiero al despertar de la memoria histórica, estimulado por la persecución organizada contra el juez Baltasar Garzón.