Actualizado 12/01/2017 08:00

Rafael Torres.- Cifuentes, ¿masona?

MADRID 12 Ene. (OTR/PRESS) -

Cristina Cifuentes gusta, y ella sabe que gusta, pero precisamente por eso, porque gusta y lo sabe, no gusta nada a quienes, en teoría, más debería gustar, a sus correligionarios del PP, o, cuando menos, a los del sector más rudimentario del partido, tan numerosos en Madrid.

O dicho de otro modo: la presidenta de la Comunidad de Madrid, estimulada por la certidumbre de haber sido ella la que sacó las castañas del fuego a un partido necrosado por la corrupción en el gobierno de la región capitalina e instalado en el escándalo permanente, ha debido suponer que ese aval, refrendado por su capacidad negociadora y por su imagen civilizada, es suficiente para irse proponiendo como sucesora de Rajoy. Y, en efecto, desde el cargo interno que ocupa, la presidencia de la gestora del PP de Madrid, ha intentado, si no tomar el cielo por asalto con su propuesta de primarias, sí, cuando menos, sondear a la tropa. El resultado del sondeo es que la tropa, su tropa, no la quiere, sino sólo los votos que cosecha.

Basta echar un vistazo a la hemeroteca, pues de memoria casi todo el mundo anda fatal, para recordar qué piensa el PP profundo de Cristina Cifuentes: atea, republicana, progre, animalista, masona... Ciertamente, la presidenta madrileña o no es ninguna de esas cosas, o si es alguna, lo es muy tenuemente, pero para el PP madrileño custodio de sus más rancias esencias, el PP de aquél concejal Matanzo, de Granados, de Romero de Tejada, de Aguirre, una mujer de su tempo como Cifuentes debe parecer, pese a su evidente conservadurismo, una roja.

Lamentablemente para ese Partido Popular valetudinario, nostálgico de los tiempos que la mayoría de los españoles quisiera no haber padecido u olvidar, Cistina Cifuentes gusta y saca votos de debajo de las piedras, razón por la cual debe aguantarla y fastidiarse. Pero, ¿primarias? ¿Y que las gane? Hasta ahí podía llegar, y hasta ahí ha llegado, aunque será el tiempo el que diga la última palabra. El problema es que todos, Cifuentes también, andamos mal de tiempo.

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