Actualizado 16/07/2009 14:01

Rafael Torres.- Al margen.- La sanidad basura

MADRID 16 Jul. (OTR/PRESS) -

Puede que devolver por tres veces a casa a una joven embarazada en estado gravísimo, con resultado de muerte por la recurrente desatención, sea una negligencia médica, pero matar al hijo prematuro que a duras penas se consiguió rescatar del vientre de esa su madre moribunda, es un crimen, llámese homicidio, asesinato o como se quiera. Ambas muertes evitables e inducidas, la de la madre y el hijo, se han producido en el hospital Gregorio Marañón de Madrid, y salvo el acto de contrición de su director gerente, Antonio Barba, no se sabe de ningún otro relacionado con destituciones o dimisiones, empezando por la del propio Barba y siguiendo por la de su superior, el Consejero de Sanidad, Güemes. Uno dirige un hospital donde ni la salud ni la vida de los pacientes están seguras; el otro dirige una Sanidad pública cada vez más miserable y desguarnecida en cuyos hospitales ocurren esas cosas. En marcha la investigación judicial por esas muertes de extremo dramatismo y, al contrario que la mayoría, de gran repercusión mediática, no sería necesario esperar a sus resultados, que se saldarán con la punición de la ignorante enfermera que se equivocó de sonda, para solicitar el cese de esos dos pésimos rectores de la Sanidad pública madrileña.

Aunque edificante fue la comparecencia del señor Barba para anunciar, sinceramente compungido, la muerte provocada en su hospital a un bebé de quince días, huérfano de madre por la deficiente praxis en Urgencias del propio centro sanitario, más edificante sería si, en consecuencia, dimitiera de su cargo, pues en el sueldo va también, con los honores, la responsabilidad. De Güemes, ¿qué decir de Güemes, sino que su gestión, heredera de la del infausto Lamela, es la que conviene al modelo de Esperanza Aguirre, pero en ningún caso a la digna atención sanitaria que merecen las personas? Desoídas las continuas alarmas sobre el vertiginoso deterioro de la Sanidad en Madrid, ¿cuantos horrores más habrán de darse en ella para que alguien, el Estado o la Justicia tal vez, las escuche?

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