MADRID 7 Dic. (OTR/PRESS) -
En señal de luto por la muerte a tiros de los guardias civiles Raúl Centeno y Fernando Trapero en un atentado de la ETA, este año no ha habido recepción en el Palacio del Congreso para celebrar el Día de la Constitución, sino sólo un acto protocolario, con un breve discurso del presidente de las Cortes Generales, Manuel Marín, su último discurso ostentando este cargo en esta festividad.
Una idea me ha llamado particularmente la atención de su discurso: que "no se puede repetir otra Legislatura tan dura y tan ruda como la que hemos tenido". Se supone que Marín quería decir que "no se debería", porque poder, lo que se dice poder, ya lo creo que puede repetirse, incluso corregida y aumentada. Todo depende de una sola cosa: de cuál sea la forma de desarrollar el Gobierno su política.
¿Ha sido dura y ruda esta Legislatura? Pongamos que sí, aunque habría que recordar la moción de censura que en mayo de 1980 puso Felipe Gonález al Gobierno de Adolfo Suárez, la Legislatura entre 1989 y 1963, encharcados todos en el albañal de la corrupción y los crímenes de Estado, o los tres años de agonía del felipato entre 1993 y 1996, por citar sólo algunos hitos relevantes. Esta Legislatura ha sido dura y ruda porque el Gobierno, desde el primer día, desde antes de tomar posesión los ministros (o sea, Zapatero en persona), se dedicó a provocar a la gente, a nuestros socios y aliados internacionales, a la Iglesia, a las víctimas del terrorismo, a las familias y a todo bicho viviente que no estuviera de acuerdo con la sarta de disparates que el iluminado vallisoletano concebía en sus delirios.
Dura y ruda, sí, pero, sobre todo, grotesca. La reacción predominante de la gente en estos cuatro años no ha sido de irritación ni de crispación, sino de pitorreo puro y simple hacia el Gobierno, hacia sus ministros y sus ministras, la gran mayoría de ellos cómicos y ridículos, que provocaban, más que la indignación por la destrucción del instituto jurídico del matrimonio, su suspenso internacional en política educativa, su política económica que nos lleva de momento al 4,1 de inflación, sus estatutos de autonomía separatistas, su devoción hacia los asesinos de la ETA, más que indignación, digo, han provocado la irrisión pública con sus soluciones habitacionales, sus 'kellyfinders' para buscar vivienda, sus fotografías en el 'Vogue', sus hilarantes parrafadas en inglés macarrónico, sus pomposas declaraciones de que "el dinero público no es de nadie", su "plan Galicia de mierda", sus desaladoras fantasmagóricas, sus conversaciones con los alcaldes "en bragas en el cuarto de baño". Etcétera, etcétera, etcétera, porque cito de memoria.
Estoy de acuerdo con Marín: nada de eso debería repetirse.
Ramón Pi