MADRID 9 Ene. (OTR/PRESS) -
Al final tuvieron que hacerse gestiones al más alto nivel con la Generalitat, buscando una solución de "compromiso" con la dirección de Catalunya Radio, para que no se emitiera la conversación que un periodista de esta emisora mantuvo con el rey.
La charla no pudo ser más inocente. El presentador del programa en ningún momento pretendió poner en aprietos a su ilustre interlocutor y el rey contestó con su afabilidad habitual. Hasta ahí todo normal.
Lo preocupante del tema es que los españoles han descubierto, gracias a la filtración en Internet del audio que Catalunya Radio no se atrevió a emitir con la socorrida excusa de que la broma no cumple con el libro de estilo del medio, que cualquiera puede descolgar un teléfono, llamar a Zarzuela preguntando por el rey, haciéndose pasar por Mohamed VI, por Fidel Castro, o por quien le pete, y los numerosos secretarios de la Casa Real, sin más verificación, pasan el teléfono al monarca.
Si algo ha fallado en esta historia, que tan mal ha sentado en el entorno de Zarzuela, ha sido, una vez más, la costosa administración que rodea a la familia real. Como ya pasó con el libro de la periodista Pilar Urbano y que, según ella misma contó, al parecer nadie revisó los textos que se enviaron para su placer a la secretaría de la reina. Luego, cuando el libro estaba en la calle y la polémica servida, se intentó desde Zarzuela trasmitir la idea de que Urbano había hecho una "libre interpretación" de las palabras de la reina Sofía.
Como siempre, a posteriori, los funcionarios de Zarzuela consiguieron frenar la difusión del audio en la emisora catalana. Pero el mundo de la red es incontrolable y la conversación real saltó al éter a través de Youtube y de otros portales.
Fue mucho peor el intento de silenciar un incidente banal, en el que el rey consigue salir airoso de una broma, con deportividad, buen humor, soslayando el intento de hacer publicidad al programa. Lo más criticado del incidente son los tejemanejes posteriores para encubrir un error de bulto.
En tiempos de recortes de gasto, de ajustes de déficit, estos fallos garrafales en una costosa administración del Estado, como es el presupuesto destinado a la Casa Real, con una numerosa presencia de personal adscrito al servicio de Zarzuela, exigiría la explicación pertinente y la sustitución de la persona que, con tanta ligereza, pasó una llamada sin confirmar.