MADRID 28 Feb. (Carlos Hergueta/Portaltic) -
"El niño conectado". Así me ha calificado -reprendido, más bien- algún compañero -y amigo- en cierta ocasión, tomando cañas o comiendo. La cosa viene por estar en la redacción, en el ordenador, haciendo uso de Twitter mientras escribo un artículo, respondiendo e-mails o al teléfono... y que durante el descanso de la hora de comer no desconecte y ande mirando el móvil de cuando en cuando.
Entiendo que puede resultar molesto para quien no ha adquirido esta costumbre pero resulta una cuestión inevitable. Ser ciertamente un 'yonki de la conexión' (que posiblemente terminaremos siendo todos) te lleva a no desconectar nunca; te lleva a estar atendiendo asuntos de trabajo, bajar a comer y mirar tus correos personales, tu cuenta de Facebook o echar un ojo a Twitter. ¡No vaya a ser que estalle alguna bomba informativa o que un amigo escriba por Facebook, e-mail, Twitter o Whatsapp! En realidad tampoco se hundiría el mundo pero qué le vamos a hacer, parte de mi vida social y profesional se desarrolla online. Esto es así.
El tema viene a cuento de una encuesta realizada por Intel, que afirma el 91 por ciento de los adultos estadounidenses dice haber visto a personas haciendo un "mal uso" del móvil. En esta línea, un 75 por ciento opina que los modales de quienes utilizan los 'smartphones' han empeorado en los últimos meses, con la proliferación de las capacidades de conexión.
El cuestionario indaga mucho más allá de navegar con el teléfono durante una comida o reunión social -como por ejemplo, usar el teléfono conduciendo o hablar a gritos-. Sin embargo, invita a reflexionar sobre cómo están cambiando las cosas y cómo debe haber un equilibrio entre el comportamiento de los permanentemente conectados y la tolerancia de aquellos que no lo están.
Sobre el papel del móvil durante una reunión social, sin duda resulta molesto que ande sonando cada dos por tres durante una comida y no digamos que tu contertulio acepte una llamada que se prolongue durante un buen rato. Se generan un ruido y un aislamiento molestos. Sin embargo, el uso que le damos ahora al teléfono trasciende del que le dábamos cuando únicamente hablábamos. No tiene por qué aislar al que mira la pantalla.
Las actividades que realizamos ahora con un 'smartphone' son, digamos, poco intrusivas. Cuando consultamos Internet en el móvil en un entorno social, solemos hacerlo de forma bastante furtiva y rápida. Esto no desvía completamente nuestra atención de donde nos encontramos y permite seguir perfectamente el hilo de una conversación. Siempre que se haga con mesura.
De hecho, echar un vistazo de cuando en cuando al móvil incluso puede enriquecer un encuentro al descubrir la última hora de la actualidad o una de esas noticias tan llamativas que bullen por las redes sociales. Si estuvieras en tu casa, retuitearías esta información o la publicarías en tu muro; estando en compañía, puedes hablar sobre ello. Por otro lado, no pocas veces yo mismo u otro amigo hemos echado mano de un buscador en el móvil para resolver una duda -¿quién dirigió aquella peli que...?-.
El navegar con un 'smartphone' ha sido incluso el eje del entretenimiento común, en ocasiones. Me viene a la mente un viaje en coche con amigos que fue amenizado por un juego inventado que consistía en lanzar preguntas al aire como ¿cuántos habitantes tiene Vitnam? o ¿qué edad tiene Berto Romero? Y conceder puntos al que más se acercara. Una especie de 'Precio justo' con el móvil y Wikipedia haciendo las veces de Joaquín Prat.
El otro día leía una opinión en Techcrunch que iba en la línea de lo que yo trato de defender aquí: que las cosas están cambiando y que hay que revisar el comportamiento y la forma de encajarlo. Sin embargo, aquélla era un tanto extrema. "Voy a mirar mi teléfono mientras ceno y te vas a aguantar" era el título del artículo, que sostenía entre otras cosas que "o te haces con el programa o te apartas del camino".
Los hábitos están cambiando, sin duda. Resulta que ahora ya nadie fuma durante una comida pero que muchos se sienten incómodos cuando alguien consulta su teléfono con asiduidad. Dentro de unos años, seguramente todo el mundo tendrá un 'smartphone' conectado y estará acostumbrado a hacer un uso móvil de los social media y que el resto lo haga también.
Cuando ese momento llegue, quizá ya sea una costumbre que todos los comensales en una mesa echen un vistazo de vez en cuando a la que al fin y al cabo también es su vida social a través de un medio virtual. Todo ello sin descuidar a las personas con las que está físicamente, evidentemente. Aunque quién sabe, igual según están las cosas las autoridades prohíban usar el móvil en restaurantes y bares en un futuro... Mark Zuckerberg no lo quiera.
La solución debería estar en el respeto. Busquemos un equilibrio, hagamos un uso en el que no molestemos a aquellos con los que estamos. Quizá incluso planteando la pregunta que da título a esta perorata. Pero eso sí, que aquel que no esté conectado en todo momento sea consciente de que las cosas y las necesidades han cambiado y que, al menos de vez en cuando, echaré un vistazo a la pantalla que aguarda en mi bolsillo. Que sea también tolerante porque ahora el mundo vive conectado.