Sabores y memorias: la esencia de Madrid en la Taberna Los Gatos

Taberma Los Gatos
Taberma Los Gatos - TABERNA LOS GATOS
Europa Press Turismo
Publicado: jueves, 10 julio 2025 12:53

MADRID 10 Jul. (EUROPA PRESS) -

En pleno corazón del barrio de Huertas, una de las zonas más literarias, bohemias y cerveceras de Madrid, se encuentra uno de esos lugares que parecen resistirse al paso del tiempo. La Taberna Los Gatos, abierta en 1987, es mucho más que un local donde comer o beber: es un pedazo de memoria madrileña embotellada entre fotografías antiguas, objetos curiosos y aromas familiares. Un rincón donde la historia se sirve en barra y la tradición se acompaña de una caña bien tirada.

Todo comenzó con una intuición. Miguel López, hostelero procedente de la Costa del Sol, apostó por transformar una antigua mercería en una pequeña cervecería sin más recursos que una barra, una nevera, un par de mesas y una lata de anchoas. Poco podía imaginar entonces que ese humilde local acabaría convirtiéndose en una de las tabernas más queridas y reconocibles de la ciudad.

Hoy, casi cuatro décadas después, el negocio sigue en manos de la familia. Lola Creagh y su hijo Juan López han heredado no solo el nombre, sino el espíritu del lugar: el de una taberna viva, castiza, que no necesita artificios para enamorar. "Aquí no se viene solo a comer. Se viene a sentir Madrid", repiten quienes la conocen bien.

UNA TABERNA CON ALMA.

La decoración de Los Gatos es una celebración del detalle. Fotografías en blanco y negro, camisetas de deportistas, utensilios de otros tiempos, carteles de películas, herramientas antiguas y objetos regalados por clientes fieles se combinan como en una especie de museo popular que respira autenticidad por cada centímetro. Este universo tan personal, ajeno a las modas, ha convertido a la taberna en un lugar de culto para quienes buscan experiencias con sabor a verdad.

Y, por supuesto, también han pasado por allí nombres propios. Ministros, actores, músicos y hasta los Rolling Stones se han dejado caer alguna vez entre sus paredes, atraídos quizás por esa discreción amable que solo los lugares con alma saben ofrecer. Nadie alardea de ello, pero el boca a boca ha hecho su trabajo.

Si la atmósfera conquista, la comida termina de seducir. Las tostas, auténtico emblema de la casa, evolucionaron desde sus versiones más sencillas (anchoa, salmón, boquerón) hasta combinaciones más elaboradas y contemporáneas, sin perder ni un ápice de sabor.

Hay chacinas, ahumados, ibéricos y salazones que descansan en la vitrina como joyas gastronómicas que provocan al paseante desde el cristal. Acompañadas de una cerveza bien tirada o un vermú de grifo, son un homenaje al tapeo madrileño en toda regla.

Pero hay más: croquetas caseras, tortilla española, salmorejo, embutidos, boquerones en vinagre. Todo servido con generosidad, mimo y sin prisas. Porque en Los Gatos, el tiempo se detiene. Aquí no se viene a correr, se viene a saborear.

MÁS QUE UNA TABERNA, UNA PARTE DE MADRID.

Lo que hace especial a Los Gatos no es solo su carta ni su estética. Es esa capacidad casi mágica de evocar la esencia de una ciudad sin necesidad de grandes discursos. Sentarse en su barra, rodeado de parroquianos y curiosos, es participar en una escena costumbrista que podría estar firmada por Galdós o por Camba. Una escena donde la historia de Madrid se mezcla con la historia personal de quienes, año tras año, repiten visita.

Y después, salir a la calle y dejarse perder por las calles adoquinadas de Huertas, entre librerías, cafés, pequeñas galerías y teatros. Porque la Taberna Los Gatos no es un destino aislado: es la antesala de un Madrid que se descubre caminando, mirando. Un Madrid que late con fuerza lejos de los focos turísticos, pero muy cerca del corazón.

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