Cuenca, una ciudad de leyenda

Cuenca
Foto: BEATRIZ POZAS
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Actualizado: martes, 17 diciembre 2013 21:57

Por Elena González

   Cuenta la leyenda que a finales del siglo XVII, un día como este, en la festividad de Todos los Santos, Cuenca fue testigo de como el narcisismo de un hombre atrajo los hilos del mal y le situó al borde de la perdición.

Los innumerables amoríos de un joven apuesto llamado Diego consiguieron hacerle famosos entre las gentes de Cuenca. Conquistador por naturaleza, Diego resultaba un imán para las mujeres de la época, hasta que una dama, tan misteriosa como bella se cruzo en su camino a su llegada a tierras conquenses.

   Como buen 'Casanova manchego', Diego quedo prendado de ella y no dudo en cortejarla, descubriendo así que se trataba del mismísimo diablo con forma de hermosa mujer.

   Allí, en la cruz del convento de los Descalzos todavía se puede ver la huella que según dicen Diego marcó al aferrarse a aquella figura sagrada en su desesperación por huir de un destino fatídico y conseguir la salvación.

   La historia ha conseguido permanecer viva a lo largo de los siglos, gracias a la magia que encierra esta ciudad tanto en sus relatos como en algunos de sus símbolos característicos, como sus famosas casa colgantes e incluso su particular 'Ciudad Encantada'.

   Curiosas y espectaculares estas casas propias de una ensoñación desafían las leyes de la física. Con una arquitectura antigua y balcones de madera, se encaraman a la roca, fusionándose con ella. Este 'buen recibimiento', impulsa las ganas de seguir conociendo más de esta ciudad ciudad que desde 1996 es parte del Patrimonio de la Humanidad. Y es que no en vano, 112.398, personas eligieron descubrir los paisajes conquenses en 2011.

DESCUBRIENDO LA NATURALEZA.

  Para adentrarte un poco más en el paisaje conquense es una buena opción explorar su serranía conquense y de paso, cambiar el aire contaminado por los humos y emisiones de la ciudad, por bocanadas de aire limpio.

   A 80 kilómetros del centro de la ciudad, se encuentra el tesoro natural que esconden estas tierras, donde el estrés se evapora, donde acaba la urbe y se muestra lo primitivo, lo natural tal y como es desde el inicio de los tiempos.

     Tras ascender por un largo sendero protegidos por la naturaleza y paralelos al río Cuervo. Mires donde mires fuentes de agua brotan por doquier en forma de riachuelos o imponentes cascadas, a unos 300 metros de altitud.

   Sus aguas, discurren desde lo más alto llevadas por la fuerza de la gravedad convirtiéndose en escultoras caprichosas del paisaje en su caída por las pendientes. Un paraje pintado con toda la paleta de tonos de verde que parece llevar escrito en cada rincón en letras invisible el "sitio ideal para perderte".

   Para que todo el mundo pueda contemplar este rincón natural, se han habilitado diferentes itinerarios, además del sendero del nacimiento, adaptados a las necesidades de los viajeros, que permiten la accesibilidad a gente con diversidad funcional así como a personas de mayor edad que no pueden realizar recorridos de gran dificultad.

   Existe la posibilidad de subir a la cima siguiendo otros dos recorridos. El Sendero de la Turbera, con aproximadamente la misma longitud que el anterior recibe este nombre por integrar una turbera en su itinerario. Asimismo, esta ruta se une con el Sendero del Pinar, con 11 kilómetros, ideal para los amantes del senderismo.

PATRIMONIO NATURAL.

   Sin dejar de lado el paisaje natural, otro de los lugares de fantasia que plantea este destino es la 'Ciudad Encantada', declarada sitio Natural de Interés Nacional. Aquí conviven en plena naturaleza formaciones rocosas que, gracias a la acción combinada del agua, el viento y el hielo han dado lugar a una suerte de fenómenos geológicos que adoptan las formas mas caprichosas e incluso imposibles.

   Más que obra de la naturaleza, esta ciudad pétrea parece el resultado de algún conjuro o alguna magia ancestral. No obstante, observadas de cerca  no son tan abstractas como parecen a simple vista, sino que de forma fortuita los fenómenos meteorológicos han conseguido modelar con manos invisibles lo que parecen personas, objetos y animales inmóviles que reposan a la sombra de grandes árboles en esta ciudad pétrea, como esperando algún tipo de conjuro o magia ancestral para volver a la vida.
  

   Así es como, a través de senderos que surcan explanadas de verde, puentes naturales, pequeñas cuevas y enormes pasillos de piedra, se descubren sinfín de personajes y objetos de todo tipo.

Una de las que más llama la atención es el Mar de piedra, suspendido entre la vegetación, con olas y formaciones que por un momento dan la sensación de mecerse con el empuje del viento.

   Imponente y desafiando el equilibrio se encuentra el denominado Tormo Alto, un bloque de roca con forma cónica , de manera que aumenta su grosor según se alza, hasta terminar en una especie de pieza rectangular plana. Una figura más para algunos, y la tumba elegida por Viriato para aquellos que creen en las leyendas de esta tierra.

   La historia cuenta que Viriato, pastor lusitano que dejó su huella en la historia hispánica, eligió este "altar" para ser incinerado. Algunos aseguraron que podían ver de vez en cuando la imagen de la ceremonia con el fuego resplandeciendo a lo lejos. Otros llegaron a escuchar el murmullo de las danzas que los guerreros de Viriato realizaron en su honor, junto con los lamentos de la mujer que le amó.

DELICIAS TÍPICAS.

   ¿Y qué mejor después de un largo paseo que una buena comida para reponer fuerzas? Una vez en Cuenca no se puede dejar de probar la oferta culinaria típica del lugar, de lo más tradicional y castiza, que integra platos con nombres tan originales como sabroso es su sabor.

    Después de degustar el denominado 'atascaburras', acompañado de un poco de morteruelo y moje casero, otra buena poción de la gastronomía conquense es un buen plato de zarajo. Y como 'gran final', el rey de la repostería conquense: el alajú en el que almendras y miel se funden en perfecta combinación para dar lugar a este rico manjar.

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