Una extinción masiva no tiene por qué preceder a una explosión evolutiva

Actualizado: martes, 14 febrero 2012 11:36

MADRID, 14 Feb. (EUROPA PRESS) -

Tras una de las cinco mayores extinciones en masa de la Tierra, los diminutos organismos marinos, llamados graptoloides, no comenzaron a desarrollar nuevos rasgos físicos hasta pasados unos 2 millones de años. Este descubrimiento, basado en una nueva investigación publicada en 'Proceedings of the National Academy of Sciences', cuestiona la suposición generalizada de que un período de evolución explosiva sigue rápidamente a las extinciones en masa.

En la ausencia de competencia, según la teoría común, las especies que sobreviven se apresuran a adaptarse y evolucionar, desarrollando nuevos atributos físicos para aprovechar los nichos de reciente apertura en el ecosistema.

Sin embargo, esto no es lo que los investigadores encontraron en las poblaciones de graptoloides que sobrevivieron a la extinción en masa, hace 445 millones de años. "Lo que encontramos es más consistente con una teoría diferente, según la cual, antes de la explosión evolutiva, tendría lugar un retraso evolutivo -en el que los ecosistemas se reparan y surgen nuevas relaciones entre especies", afirma el director del estudio, Charles E. Mitchell, profesor de Geología en la Universidad de Buffalo.

La investigación proporciona una visión sobre cómo una nueva extinción masiva, posiblemente como resultado de desastres creados por el hombre, como la deforestación y el cambio climático, podría afectar a la vida en la Tierra hoy en día.

Mitchell y sus colaboradores examinaron dos grupos diferentes de graptoloides en su estudio: neograptinos y diplograptinos. Cada tipo vivió durante la extinción masiva del Ordovícico, que comenzó hace cerca de 445 millones de años, a la que sobrevivieron sólo los neograptinos. Antes de la extinción, las especies de diplograptinos eran dominantes, superando en número a los neograptinos; pero, posteriormente, los diplograptinos se vieron afectados por la extinción masiva, y los neograptinos tuvieron la oportunidad de recuperarse en un ambiente libre de competidores.

De acuerdo con la hipótesis tradicional, los neograptinos deberían haberse diversificado rápidamente, desarrollando nuevos rasgos físicos para aprovechar los nichos ecológicos que ocupaban los diplograptinos; pero esto no es lo que encontraron los investigadores.

Para probar la idea de radiación adaptativa, se analizaron colonias de 183 especies de neograptinos y diplograptinos que vivieron antes, durante o después de la extinción masiva del Ordovícico. Esta riqueza de datos permitió al equipo realizar un seguimiento de la evolución de los graptoloides con más precisión que los estudios anteriores.

Casi inmediatamente después de la extinción masiva del Ordovícico, proliferaron nuevas especies de neograptinos, como se esperaba. Sin embargo, según el estudio, estas nuevas especies mostraron sólo pequeños cambios en la forma o la morfología -además, los graptoloides habían ido desarrollando nuevos rasgos físicos a un ritmo más intenso antes de la extinción.

Este retraso apoya un tipo de evolución que sostiene que las interacciones especies que evolucionan juntas ayudan a fomentar la diversificación. Debido a que este tipo de relaciones tardan en desarrollarse, los investigadores afirman que un retraso evolutivo, y no una explosión evolutiva, es lo que sigue a una extinción en masa.