Fotografía exterior de la entrada de la estación rupestre sin su actual cerramiento en Atlanterra (Cádiz) - UNED
CÁDIZ 12 Dic. (EUROPA PRESS) -
Un estudio, liderado desde la UNED y publicado en la revista Rock Art Research, ha descubierto que la cueva de Atlanterra, en la provincia de Cádiz, conserva una de las secuencias gráficas más antiguas y completas documentadas en el sur de la península ibérica, un recorrido visual que se extendería desde los momentos finales del Gravetiense o los inicios del Solutrense hasta un periodo postpaleolítico plenamente desarrollado.
La investigación, realizada en el marco de la tesis doctoral del arqueólogo Hugo de Lara López, aporta una visión inédita de este enclave y reordena por completo el conocimiento que existía sobre él, ha señalado la UNED en una nota.
Como ha explicado De Lara, el estudio ha permitido analizar las tipologías, estilos, técnicas y motivos del repertorio gráfico y establecer paralelos con otros yacimientos tanto relacionados como no relacionados con su entorno.
Con este trabajo se han documentado 896 motivos distribuidos en 16 paneles, una cifra "excepcional" para un abrigo de dimensiones reducidas, a través de un trabajo de registro digital y al uso de herramientas que permiten rescatar trazos casi perdidos por la erosión. La mayor parte del repertorio está compuesta por signos como puntiformes, barras, líneas o meandriformes, que se combinan formando agrupaciones complejas. También emergen figuras reconocibles como antropomorfos, zoomorfos y un posible motivo vegetal.
En conjunto, este repertorio no solo destaca por su abundancia, sino por "la enorme variabilidad técnica" de los trazos, especialmente en el caso de los puntiformes. Las diferencias de tamaño, trazo o densidad sugieren que estos grupos de puntos pudieron ser realizados por distintos miembros de las comunidades que visitaron la cueva, lo que abre la puerta a interpretar parte del arte prehistórico como una práctica colectiva, compartida entre personas de distintas edades y roles, se ha explicado.
La profesora Mònica Solís Delgado ha subrayado este aspecto al señalar que "la variabilidad dimensional de los puntiformes parece apuntar a su ejecución por parte de distintos actores de aquellos grupos humanos", algo que "podría reforzar la idea del arte prehistórico entendido como una acción comunitaria colaborativa entre miembros de distintas edades y géneros".
Uno de los logros del estudio es la identificación de tres grandes fases que explican la evolución del espacio a lo largo de milenios. La más antigua, de época paleolítica, reúne algunas de las figuras "más sugerentes", como una cabeza de caballo cuya forma y factura remiten a producciones solutrenses tempranas, o una cabeza de ciervo que encuentra paralelos en piezas magdalenienses del Mediterráneo peninsular.
A estos se suman conjuntos de puntos y signos cuya técnica y pátina confirman una ocupación muy temprana del abrigo, comparable a la de otros grandes yacimientos del sur peninsular. La presencia de motivos tan deteriorados, que apenas sobreviven bajo capas de pátina, subraya la profundidad temporal de esta fase inicial.
En palabras de Martí Mas Cornellà, "las características del conjunto permiten situar el inicio de la secuencia artística entre los conjuntos más antiguos del sur de la península ibérica".
Tras este largo periodo paleolítico, Atlanterra conserva un episodio "breve pero significativo" en el que aún perviven ciertos rasgos naturalistas, como un cuadrúpedo de trazo suave y un motivo interpretado como vegetal remiten a un momento temprano del Holoceno, cuando las formas figurativas comienzan a simplificarse antes de transformarse en los esquemas que dominarán la región durante milenios.
La última de las etapas documentadas marca precisamente ese cambio conceptual. El espacio se llena de figuras humanas esquemáticas --formas en phi, ancoriformes, antropomorfos en Y o combinaciones más complejas-- que representan un universo simbólico completamente distinto al paleolítico. Su presencia, acompañada de barras, zigzags y trazos meandriformes, refleja una iconografía plenamente integrada en la tradición esquemática ibérica, pero que en Atlanterra adquiere una densidad singular al superponerse a figuras mucho más antiguas.
Como resume De Lara, "las figuras postpaleolíticas se adaptan a los espacios ya ocupados durante la fase paleolítica, entrando en contacto o situándose junto a las representaciones anteriores".
AFINIDADES MÁS ALLÁ DEL ESTRECHO
Uno de los aspectos más reveladores del estudio, ha señalado la UNED, es la red de conexiones estilísticas que se ha podido establecer entre Atlanterra y otros enclaves rupestres.
Así, ha destacado la relación con la Cueva del Tajo de las Figuras, uno de los santuarios más emblemáticos de la región, donde aparecen zoomorfos y signos que hasta ahora se consideraban exclusivos de ese lugar y que ahora encuentran correspondencias directas en Atlanterra.
Los paralelos no se detienen en la orilla española, ya que el análisis del abrigo marroquí de Magara Sanar muestra afinidades tanto en los motivos figurativos como en los abstractos, algunos de ellos más antiguos de lo que se había supuesto, lo que sitúa al Estrecho de Gibraltar como un corredor simbólico de largo recorrido.
La investigación también identifica vínculos con las fases tempranas del valle de Tamanart, lugar de estudio habitual de los profesores Mas y Solís, ampliando el marco comparativo hacia el interior de Marruecos.
Para Mas, su trabajo ha permitido establecer "conexiones sólidas" entre la cueva de Atlanterra y otros yacimientos arqueológicos de ambas orillas del Estrecho de Gibraltar.
Gracias a esta visión de conjunto, que combina métodos digitales avanzados, una revisión crítica de la historiografía y una comparación sistemática con cuevas de ambas orillas del Estrecho, la UNED sitúa la cueva de Atlanterra como "un archivo excepcional" para comprender la evolución del arte prehistórico en el extremo sur de Europa. El abrigo revela no solo la persistencia del lugar a lo largo de decenas de milenios, sino también la capacidad de diálogo entre tradiciones gráficas muy diversas que pervivieron y se transformaron en este enclave privilegiado.
Como sintetiza Solís, "la amplia distribución de los motivos paleolíticos a lo largo de la superficie rocosa demuestra la larga duración de la actividad gráfica en la cueva".
Atlanterra, hasta ahora considerada un pequeño y casi anecdótico conjunto, se muestra así como una pieza "clave" para entender los paisajes culturales del pasado y el papel del Estrecho como espacio de intercambio simbólico.