BARCELONA, 6 Mar. (EUROPA PRESS) -
La polifacética personalidad de Ocaña, icono de la transgresión barcelonesa de finales de los años 70 y 80, es la protagonista en una exposición en la galería Setba Zona d'Art de Barcelona, que deja de lado su faceta más folclórica y espectacular y se centra en sus dibujos y pinturas.
La exposición 'Ocaña, àngels i dimonis' se podrá ver desde este martes hasta el 30 de abril, y además de una cincuentena de obras suyas también incluye imágenes de algunos de los fotógrafos que le acompañaron en sus particulares acciones, como Colita, Toni Catany y Miquel Arnal.
La comisaria de la exposición, Belén Gracia, ha explicado en rueda de prensa que hay varias series: una más bien fálica, de carácter erótico, y otras que comprenden retratos, así como paisajes de Cantillana (Sevilla), su pueblo natal, París y Tarragona.
La mayoría de los dibujos son inéditos --se compraron hace poco a una coleccionista-- y al igual que las fotografías saldrán a la venta por un precio que va de los 250 a los 400 euros.
El hermano del fallecido artista, Jesús Pérez Ocaña, ha querido reivindicar la faceta eminentemente plástica de Ocaña, porque considera que en muchas ocasiones ha quedado eclipsada por su arrolladora personalidad.
Sus espectaculares 'performances' por la Rambla travestido de mujer en pleno Franquismo no tienen que hacer olvidar, según su hermano, que Ocaña se trasladó a Barcelona a los 23 años para desarrollarse como artista, ya que fue creador de esculturas en papel maché, óleos y dibujos con un estilo 'naïf', con trazos firmes y colores vivos.
Además, el hermano ha aprovechado la ocasión para criticar un reciente libro que pasa de puntillas por sus trabajos plásticos y se centra en su carácter "revolucionario", así como la muestra que le dedicó La Virreina-Centre de la Imatge, que considera parcial, porque no supo reflejar cómo fue su verdadera vida en Barcelona.
'Ocaña, àngels i dimonis' es la segunda muestra que Setba Zona d'Art dedica al artista, y es que esta galería se sitúa en un piso de la plaza Real de Barcelona en el que vivió Ocaña entre 1982 y 1983 --dejó incluso un fresco en una pared-- y en el que después se instalaría durante 14 años otro gran artista catalán, Lluís Llach.
