VALENCIA 6 Oct. (EUROPA PRESS) -
El pintor valenciano Antonio Moya se reencuentra con sus orígenes en el Palau de la Música, donde evoca los recuerdos de su infancia tras 47 años de exilico voluntario en Caracas (Venezuela), con un muestra que en la que se percibe un "anhelo" por recuperar un tiempo muy personal que yacía olvidado y aunar una memoria vinculada a elementos tan de su tierra como el fuego, la gastronomia, la huerta o "esa pasión mediterránea y vital".
Un total de 20 obras impresas en tela, seis paellas en vidrio que levitan sobre el suelo, una biblioteca de botellas de vino pintadas y escritas, el ominipresente fuego, y obras que tienen su negativo en la pared que las alberga, son algunas de las creaciones que que recoge 'Reveses del fuego' y que permanecerán hasta el 13 de diciembre en la Sala de Exposiciones del Palau, donde el creador ha convertido las paredes en lienzos pintados de negro sobre los que dibujar con tiza el propio reverso de sus obras y marcar así el contraste de la luz y el color que emana de sus obras.
El espectador se introducirá en la vida interior del artista, sus imágenes de la infancia, y todo su bagaje cultural posterior en Latinoamérica, al tiempo que se enfrentará a la violencia entendida como fuego, pasión y luz, que lo devora todo a su paso. La sala, convertida en "espejo", mostrará el negativo del cuadro y reflexionará sobre lo efímero del momento creativo.
Moya, que hoy estuvo en Valencia para presentar esta muestra junto a la presidenta del Palau de la Musica, Mayrén Beneyto, y el comeisario Vicente Colom, se confesó "feliz" por su "vuelta a su identidad nacional y regional", tras una andadura profesional en Venezuela donde aterrizó un 7 de marzo de 1973.
Dentro de su concepción artística, vivió tres etapas, explicó, de modo que "en la primera reflejé las impresiones que emergieron en mi en la ciudad, el ruido, la política, la oscuridad, la violencia, la maldad"; en la segunda etapa, exploró el mundo del Caribe y se convirtió en un "invasor espiritual" para tratar temas indígenas; y para la última, "regresé de nuevo a la cueva con el color negro como predominante".
"Hace cinco años, cuando observé que comenzaba a aflorar en mi la nostalgia dirigida a una vuelta mental a mis orígenes, tenía que volver a todo el andamiaje estético y me puse manos a la obra pintando de negro todo mi taller de Caracas y empecé a experimentar con la tiza". El resultado de este experimento es esta exposición "en la que se puede vislumbrar el fuego y su reverso".
En ella se aprecia también su trabajo con guiones, "apuntes estéticos" en los que refleja "la idea del 'pensat i fet', el flash de la aparición y la desaparición.", señaló el pintor.
En cuanto a sus próximos proyectos en tierras valencianas, Antonio Moya avanzó que le gustaría traer una exposición "llena de provocación" que ya mostrara en Venezuela, y que recuerda las tragedias ocurridas los días 11.
Además, prevé llevar las "cuevas de tiza" en Requena y plantar dentro de ellas jardines de cepas con tinajas de las que emanarán luces, adelantó. Para el 19 de noviembre, continuó, realizará un obra especial en Utiel, donde frente a la Catedral plantará 500 cepas en macetas pero con callejones circulares, precisó.
Por su parte, el comisario de la exposición destacó que Antonio Moya "es un pintor que posee una gran rapidez de reflejos para conectar con el arte" y recordó que estuvieron "muy unidos en los años 56 y 57 y en el entorno artístico", siempre expectantes para ver lo que producía, ya que "nunca nos dejaba indiferentes, tiene una amplia capacidad de trabajo". Con esta muestra, que realiza constantes alusiones a Valencia, confió que "comience un gran momento para él en España".