Actualizado 17/12/2013 21:36

Atrapados en "el desierto de los niños"

Familia de la República Árabe democrática Saharaui (RASD), en el campamento de r
Foto: RAFA GASSÓ

DAJLA (ARGELIA), 11 Oct. (EUROPA PRESS) -

   Cori Ahmed Baba Sidati, un niño de dos años y medio que sufre Parálisis Cerebral (PCI), llora entre la desesperación muda y la angustia del desconsuelo casi las 24 horas del día, en el interior de una jaima ubicada en Ain-Beida, uno de los barrios de la wilaya (ciudad) de Dajla, el campamento de refugiados saharauis más al sur de los cuatro que aloja la 'hammada' argelina y donde se está celebrando el Festival de Cine del Sáhara (FISAHARA).

   Su cuerpo, menudo y frágil, de mirada apagada y perdida, baila de unos brazos a otros de las cuatro mujeres de la casa. Le cantan suavemente al oído, le besan sin descanso y no le quitan la mirada de encima ni cuando por fin le vence el sueño y queda dormido sobre las alfombras que hacen las veces de hogar sobre la arena.

   En declaraciones a Europa Press, el presidente de la Asociación Granadina de Amistad con la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), Gonzalo Herrera Ortiz --que también es adjunto al Servicio de Cuidados Críticos y Urgencias del Hospital San Cecilio de Granada, y anónimo médico voluntario durante sus vacaciones y otras excedencias de título particular de la Enfermería de Dajla-- detalla que Cori nació con una deformación en el pene que responde al nombre de "Hipospadias Coronal".

   La Hipospadias Coronal es un defecto que, en el caso de Cori, le mantiene cerrada la uretra en su salida natural, y su propio organismo le ha provocado otro pequeño orificio en la parte baja del pene, el único por el que puede orinar. Un defecto congénito que, explica el facultativo, le está provocando infecciones urinarias "de repetición", según añade el médico.

   Herrera indica que estas infecciones podrían afectarle su función renal, primero, y provocarle un shock séptico con resultado fatal. "El problema no es la PCI --advierte --. Eso no tiene cura y en ningún caso podría provocarle una situación aguda y de gravedad".

   El médico detalla que "esta malformación tiene un tratamiento quirúrgico que, evidentemente, no se le puede proporcionar aquí en los campamentos", prosigue el doctor. "No existe un plazo pero sí la seguridad de que en cualquier momento cualquiera de esas infecciones puede tener consecuencias funestas con resultado de muerte. Y más en el caso de un niño", alerta.

   Sin embargo, el principal problema al que se enfrenta este pequeño no es la operación, sino conseguir el permiso con el que viajar a España para poder pasar por quirófano, un trámite que arrastra una larga espera desde el mismo día del nacimiento de Cori, según detalla Herrera.

   A pesar de que este viaje cuenta con todos los documentos necesarios para llevarse a cabo --pasaporte en regla de la madre y un acta matrimonial que certifica que el padre vive en Sevilla desde hace dos años en situación regular--, se pierde en la burocracia del Frente Polisario, del Gobierno argelino y del Consulado de España en Argel, entre otros.

NIÑOS GRABADOS EN LA MEMORIA

   A la sombra de una enfermería perdida en una tierra inhóspita y de fuego, a poco menos de 200 kilómetros de Tinduf y a otros 2.000 de la costa, Herrera rememora una fecha que dice tener grabada por siempre en su memoria y que resume el olvido al que está sometido este pueblo: la del 13 noviembre de 2012.

   Ese día, Mulay Ahmed, otro saharaui de 21 años enfermo de un cáncer de nariz, murió rogándole a Herrera que acabara con él. Nunca pudo ser evacuado a España para su tratamiento "ni tuvimos una mísera ampolla de morfina con el que calmar su agonía", evoca con el gesto grave y cansado. De no atajar lo más pronto posible este nuevo caso de urgencia, Cori podría ser el próximo en abandonar este "desierto de los desiertos", como lo definió el escritor Eduardo Galeano, por la puerta de atrás. La del absoluto fracaso.