Actualizado 15/06/2010 18:50

El Tribunal Supremo ruso celebra la vista de la demanda de Greenpeace contra Putin por la fábrica en Baikal


MOSCÚ, 15 Jun. (Reuters/EP) -

El Tribunal Supremo de Rusia escuchó este martes la demanda de la organización ecologista Greenpeace contra la orden del primer ministro ruso, Vladimir Putin, de reabrir una fábrica papelera a orillas del lago Baikal, el mayor del mundo.

El pasado mes de enero, Putin ordenó la reapertura de la fábrica, cuya construcción data de la era soviética y que cerró en 2008 entre las acusaciones por la polución que causaba y que afectaba al lago. Los grupos de defensa de la naturaleza han atacado durante mucho tiempo a la fábrica, ya que aseguran que amenaza a este lago que acoge hasta 1.500 especies de animales y plantas, incluida una foca única que vive en agua dulce.

La decisión de Putin se acogió con disgusto entre los ecologistas pero con cierto alivio entre los residentes locales por intentar volver a dar casi 1.500 trabajos en esta región. La planta reabrió parcialmente el pasado 21 de mayo para dar electricidad, según explicó un abogado de la organización, Mijail Kreindlin.

"Esperamos que nuestro caso les haga cambiar de punto de vista y la cierren totalmente", explicó después de la vista. Kreindlin y los representantes del tribunal señalaron que el dictamen saldrá esta semana, aunque sería muy inusual que el Tribunal Supremo dé marcha atrás a un decreto gubernamental.

Greenpeace arguye que reabrir la fábrica hará que se viertan residuos tóxicos en Baikal, lo que puede causar un daño irreversible a este lago que alberga un quinto de la superficie mundial de agua dulce de todo el mundo y catalogado Patrimonio de la Humanidad por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

Antes de ir ante el tribunal, Greenpeace pidió a la UNESCO que disuadiera al Gobierno ruso de esta reapertura, afirmando que hacerlo incumpliría la promesa dada a este brazo cultural de la ONU. Así, en una carta abierta dirigida al presidente ruso, Dimitri Medvedev, señaló que Rusia había firmado una convención por la que el Gobierno tenía que hacer lo que pudiera para preservar este tesoro para las generaciones futuras.

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