"Cuando ví el daño que hacía a mi familia, decidí cambiar", afirma un menor en proceso de reinserción

Europa Press Sociedad
Actualizado: jueves, 12 abril 2007 13:34

ROMA 12 Abr. (De la enviada especial de EUROPA PRESS, Isabel Vega) -

Tiene 17 años y cumple una pena en régimen abierto en un centro de la Comunidad de Madrid. Luis Miguel es uno de los 17 menores que han viajado estos días a Roma con la Agencia para la Reeducación y Reinserción del Menor Infractor de la Comunidad y afirma que sólo fue consciente de que debía "cambiar de vida" cuando cruzó la puerta del centro y cayó en la cuenta "del daño que estaba haciendo" a su familia.

Su caso no es el único. En la actualidad, el Gobierno Regional cuenta con un centro que aplica el régimen abierto a 14 menores, siete para 294 que se encuentran en situación de encierro, ocho de régimen semiabierto con 200 plazas y uno para 33 chavales cuya medida judicial es de tipo terapéutica.

Una representación de todos ellos ha sido guiada a Roma por los responsables de distintos centros como recompensa por el trabajo bien hecho. Durante los tres días que se ha prolongado su estancia, los chicos visitaron los emblemas culturales de la ciudad y fueron recibidos en audiencia por Benedicto XVI el miércoles en el Vaticano.

Como Luis Migel, todos los inquilinos de estas instalaciones han cometido uno o más delitos en algún momento de su infancia y, tras ser enjuiciados, cumplen con la sentencia impuesta, aunque, como los que han viajado a Roma reconocen, nunca es tarea fácil porque no sólo implica el cumplimiento del castigo, sino la aceptación de la necesidad de comenzar "una nueva vida".

Para él, esta comenzó cuando empezó a estudiar un módulo de mecánica para motociclismo. Ha descubierto en ello su vocación y está decidido a terminar su formación para empezar a buscar un trabajo. Invita a los jóvenes en su situación a "que se paren a pensar en su familia, en la gente que les quiere y en sí mismos" para abandonar la delincuencia y "hacer vida normal".

"Entrar en el centro es muy duro, eres un chaval y sólo piensas en liarla", explica Alexander, un rubio de ojos azules y 19 años de edad más conocido en su barrio con el sobrenombre de 'El Ruso'. Para él, franquear la entrada es tan difícil como cruzar la salida porque para eso, "hay que trabajar mucho" y "hacerse a la idea".

Le costó más que a su compañero comprender que no iba por buen camino. Confiesa haberse fugado varias veces del centro en el que estaba internado y cuenta que fue en su última escapada, tras verse involucrado en una nueva situación delictiva cuando asumió que había llegado el momento de empezar de cero. "Vi que tenía que hacer mi vida de una vez porque así no iba bien".

Ahora, aunque tiene aquella causa aún pendiente con la justicia, ya ha abandonado el centro para vivir con sus padres. La próxima semana comenzará su primer trabajo "vendiendo artesanías" que se realizan en los talleres de los centros de menores. Dice que está ilusionado y sólo piensa en "sacar el carné de conducir" y después, "buscar una casa" para independizarse.

Miguel, por su parte, trabaja como vigilante de seguridad para uno de los centros que gestiona la agencia. Tiene 19 años y un hijo de siete meses, que cuida junto a su hermano en el piso que comparten en Madrid. También tiene un juicio pendiente, y afirma que está deseando "cumplir cuanto antes con la justicia para poder seguir" adelante con su vida.

Es el mismo objetivo que confiesan tener todos. Rehacer su vida y comenzar a ser considerados como "personas normales" por sí mismos y por todos. Esta es la meta que les ha llevado a Roma y aunque algunos son creyentes, coinciden en considerar que el viaje responde a más que a una cuestión religiosa.

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