Este 7 de junio, Día Mundial de la Inocuidad de los Alimentos, se reivindica comida que quite el hambre y que nutra de manera saludable, sin riesgos y sin intoxicaciones. Algo que parece tan básico para la vida, no siempre sucede. Puede contener sustancias químicas que se añaden durante su producción en el campo. También, incorpora compuestos nocivos presentes en el ambiente. Entre los químicos más preocupantes están los plaguicidas, que aunque se diseñan para ser tóxicos para las plagas, resultan también perjudiciales para su entorno. Afecta tanto a la salud de las personas (como disruptores endocrinos) y a la biodiversidad (causan envenenamiento y problemas reproductivos).
La Política Agraria Común (PAC), que maneja un tercio del presupuesto europeo, tiene una responsabilidad clara en el control y la reducción del uso y la toxicidad de los pesticidas destinados a la producción agroalimentaria. Actualmente, se están ultimando los detalles de una nueva reforma que estará vigente hasta 2027. En ella, se establecen específicamente objetivos ambientales (suelo, agua, biodiversidad), y de calidad y salud alimentaria. Pero la presión por parte de algunos sectores de productores para suavizarlos es grande.
Durante el dilatado proceso de modernización de la PAC, la Comisión Europea presentó además sus Estrategias de la Granja a la Mesa y de Biodiversidad (2020). Estas contemplaban, entre otros, el objetivo de reducir el uso y el riesgo globales de los plaguicidas químicos en un 50 %, así como el uso de los plaguicidas más peligrosos para 2030. Pero el gran lobby agroindustrial lo ha boicoteado constantemente, sobre todo con el "argumento del miedo" a la escasez de alimentos, un pretexto antiguo que ha ganado importancia en el contexto de la guerra de Ucrania para cuestionar los objetivos ambientales del Pacto Verde Europeo (PVE), en general, y más concretamente de la PAC. Parece obviarse que ya hay ejemplos de fincas bajo producción agroecológica, en las que el control natural de plagas es una realidad, con mínimo uso de plaguicidas y cosechas en cantidad y calidad suficiente.
Por los mismos motivos manidos, se ha retrasado la revisión de la Directiva de Uso Sostenible de Plaguicidas y su modificación a Reglamento Europeo, de directa aplicación a los estados miembro. Esta revisión, que busca convertir en normativa el objetivo de reducción de plaguicidas, es la última esperanza para la transición a un sistema alimentario verdaderamente responsable con las personas y la naturaleza. Hay que recordar que el cumplimiento de esta norma entra como requisito indispensable para el cobro de las ayudas de la nueva PAC y, por ello, cuenta con la citada oposición.
La propuesta de PAC que ha hecho España en su Plan Estratégico de la PAC (PEPAC) no propone reducción alguna en el uso de plaguicidas y su impacto. Además, propone que se premie la siembra directa como práctica que contribuye a la lucha contra el cambio climático. Se olvida que implica un elevado uso de herbicidas de amplio espectro, sin ninguna limitación, lo que acentúa la crisis de biodiversidad, que va de la mano de la urgencia climática.
También, se han planteado ayudas agroambientales, como la de producción integrada, que apenas suponen una reducción de tóxicos en el campo. Por su parte, el insuficiente apoyo planteado para la producción ecológica impediría a su vez alcanzar el objetivo del PVE de llegar a un 25% de superficie agraria útil bajo la misma.
Al margen de que el plan de la nueva PAC tiene poca ambición en sus objetivos ambientales, se plantea otro problema: su sistema de evaluación y seguimiento es insuficiente. Los "indicadores armonizados de riesgo" de plaguicidas evalúan inadecuadamente el impacto real de estos productos, ya que permiten concluir una reducción del riesgo a la par que un aumento del consumo, tal como demuestra el informe de las organizaciones. Además, existe una gran opacidad en las estadísticas oficiales sobre el uso de plaguicidas y las sustancias activas, una normativa europea que también ha de revisarse este año.
Por todo ello, las organizaciones firmantes apoyamos desde la Coalición Por Otra PAC una campaña europea de ciencia ciudadana para detectar qué plaguicidas llegan a nuestro cuerpo a través de los alimentos, el agua, el aire,... Y, con los resultados -que se prevén preocupantes-, se exigirá una PAC que aborde este problema ambiental y de salud. Ésta debe ser la palanca de cambio para llevar al sector agroalimentario hacia una transición agroecológica justa, que es la principal misión de Por Otra PAC. Cualquier propuesta de reducción de plaguicidas debería obligatoriamente incluir una reducción cuantitativa del uso y cualitativa del riesgo y el seguimiento de estas políticas debe ser realizado por indicadores que eviten sesgos.
Los estrechos vínculos entre nuestra salud, la de los animales y el modo en que gestionamos los ecosistemas evidencian la necesidad de apostar, además, por el concepto de Salud Global (One Health), en el cual el sistema alimentario juega un papel indiscutible. O rediseñamos ahora el sistema agroalimentario con PAC y el PERTE agroalimentario (Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica) progresivamente o, si seguimos demorándolo, no habrá cabida para una transición gradual hacia sistemas alimentarios sostenibles. El cambio será disruptivo, dejando atrás a las fincas más vulnerables, como las de pequeño tamaño y carácter familiar.
Este artículo ha sido elaborado por expertos de cuatro entidades de la Coalición Por Otra PAC, que son:
Aina Calafat, responsable de Incidencia y Proyectos Internacionales de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE).
Celsa Peiteado, responsable del Programa de Alimentos de WWF España.
Koldo Hernández, coordinador Área de Tóxicos de Ecologistas en Acción.
Tamara Rodríguez, responsable de Agricultura, Ganadería, Alimentación y Desarrollo Rural de SEO/BirdLife.
