Publicado 12/12/2019 17:20

"Tú y yo podríamos haber sido menas". Por Elisa Albella, miembro del Patronato de la Fundación Soñar Despierto

Olivia, una niña huérfana de Malawi que llegó a España cuando tenía catorce años, tabaja de azafata gracias a la Fundación Soñar Despierto
Olivia, una niña huérfana de Malawi que llegó a España cuando tenía catorce años, tabaja de azafata gracias a la Fundación Soñar Despierto - FUNDACIÓN SOÑAR DESPIERTO

Mohamed, escondido en camiones desde Bangladesh. Colette, en avión desde Camerún, viaje organizado por su tío y las mafias de trata de mujeres. Olivia, en avión desde Malawi, billete pagado con los únicos ahorros de su abuela. Conozco a los tres y a otros como ellos. Son "menas", para algunos intrusos, gente peligrosa que debería
ser expulsada de nuestro país; para mí héroes que luchan por salir adelante sin descanso, personas, como yo, como tú, que merecen respeto y una oportunidad.

MENA, "Menor Extranjero No Acompañado", es decir, niños y adolescentes solos en un país extranjero. Hay alrededor de 15.000 en España, su principal punto de acceso a Europa. Estoy preocupada por ellos, por cómo les percibe una parte de la sociedad española. "Brutal paliza a un MENA en Zaragoza, le dan patadas hasta hundirle el cerebro", leí la semana pasada. "Lanzada una granada contra el centro de menores de Hortaleza", leí ayer.

Yo he tenido la suerte de conocer a muchos de ellos en los últimos ocho años. Soñar Despierto, la fundación con la que colaboro desde 2011 ayuda a niños, adolescentes y jóvenes que viven o han vivido bajo el sistema de acogimiento residencial en España. Los menas son parte de este grupo. Cierto, he conocido algunos chicos o chicas problemáticos; pero no puedo olvidarme de tantos otros con historias de superación y esfuerzo impresionantes.

Por ejemplo, Olivia, una niña huérfana de Malawi que llegó a España cuando tenía catorce años. Su abuela utilizó todos sus ahorros para que Olivia pudiese optar a una vida mejor en Europa. En el
vuelo, Olivia se enamoró de las azafatas y descubrió su sueño: convertirse en una de ellas. Entró en una residencia de acogida infantil y aprovechó los años siguientes para aprender español, estudiar e involucrarse en la sociedad (por ejemplo, fue parte del equipo de baloncesto de Fuenlabrada). Tras mucho esfuerzo, terminó la ESO con diecisiete años, pero el apoyo social termina a los dieciocho, lo que significaba que su situación en España sería ilegal y sería expulsada. Soñar Despierto le concedió una beca para que pudiese estudiar el curso de tripulante de cabina; fue una estudiante brillante y a través de la red de contactos de la fundación empezó a trabajar en Renfe y obtuvo así el derecho de permanecer en España. Lleva cuatro años trabajando como azafata de tren, es independiente
económicamente y ahora es ella quien nos ayuda en las campañas para conseguir fondos.

Otros, como Mohamed y Colette siguen luchando por su derecho a quedarse. Han recibido también becas de Soñar Despierto y año tras año demuestran su perseverancia, su esfuerzo y sus ganas de salir adelante, pase lo que pase. Colette está a punto de graduarse como auxiliar de enfermería, su sueño después de que una mujer en Camerún le salvase la vida dándole un medicamento que le curó una simple gripe. Mohamed ha empezado a trabajar como técnico de sonido para poder financiar sus estudios de programación, su pasión.

Por supuesto, no todos los menas son tan trabajadores o tienen historias de éxito. ¿Pero qué podemos esperar de niños con pasados dolorosos, solos en un nuevo país, percibidos a menudo como delincuentes y que temen ser expulsados a los dieciocho años?.

¿Qué hacer?. Algunos han vivido más de cinco años en España cuando cumplen dieciocho. ¿Qué sentido económico tiene invertir miles de euros al año en cada uno de ellos si les vamos a echar? Si el gobierno ayudase a estos niños con una regulación adecuada que les inserte cuando todavía son menores, les motivaría para trabajar duro
y esforzarse para encajar en nuestra sociedad.

Por otro lado, las instituciones deberían entender mejor lo que arrastran y qué requieren estos niños. Hoy reciben la misma asistencia y la mayoría duerme en las mismas residencias que niños que han sido separados de sus familias por razones completamente diferentes (abusos sexuales, abandono, adicciones*). La ayuda que estos chicos y chicas necesitan es diferente. Necesitan apoyo para conocer y entender las normas de nuestra sociedad y nuestra cultura, para adaptarse a un nuevo lugar y aceptar que, aunque creían que llegar a Europa era el destino de la felicidad, todavía
les queda un largo y duro camino por delante.

Por último, me gustaría pedir a los políticos, a todos, incluidos los que desgraciadamente se han referido negativamente a ellos en alguna ocasión que se manifiesten y contribuyan a cambiar la percepción negativa.

La sociedad española debe dejar de ignorarles o de percibirles como delincuentes. Están aquí, entre nosotros. Son como tú y como yo, tienen un nombre y un apellido. Sólo quieren una vida mejor y llevan luchando por ello desde muy pequeños. Se merecen una oportunidad.

Elisa Albella es miembro del Patronato de la Fundación Soñar Despierto.