Federación Alavesa de Comercio "no sería favorable" abrir en festivos

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La gran familia unida de abuelos, hijos y nietos se ha cimentado tradicionalmente en que los abuelos asumieron el ser generosos como algo inherente a su condición de padres.

Aceptaron la responsabilidad que supone ser el cabeza de la familia, célula básica de la sociedad. Dieron a sus hijos cariño, comprensión, dedicaron su tiempo y sus esfuerzos económicos para lograr que recibieran una buena educación.

Se trataba de educar con compresión hacia el hijo sabiendo descubrir lo bueno de él y ayudándole a que él lo descubriera. Sabían que la educación se apoya en los puntos fuertes de la persona para ayudarle a superar los aspectos débiles y cimentar así su personalidad.

Los abuelos saben que la generosidad es darse con alegría a los demás, no sólo dar algo, aunque este sacrificio también lo hagan. Es generosidad ayudar, escuchar, agradecer, dar cariño y perdonar con prontitud, porque aceptamos como es el otro y confiamos en él, a pesar de lo que haya podido decir o hacer. Es también, olvidar pronto los pequeños roces y agravios que lleva consigo la convivencia diaria, juzgar con comprensión a los demás, sonreír, servir con detalles de cariño, hacer la vida agradable a los demás, desterrando así el resentimiento y la amargura que agria los corazones.

Cuanto más damos, más nos enriquecemos interiormente. Ser generosos no es dar lo que nos sobra, sino dar lo mejor que tenemos y también saber recibir lo mejor que tienen los demás.

Si nos comportamos así, los abuelos seremos generosos y ahora disfrutaremos de la recompensa de haber ensanchado nuestro corazón que así se mantiene joven y con más capacidad para amar, pues sabremos que es mejor dar que recibir.

¿Somos igualmente generosos con nuestros bienes: libros, discos, películas, objetos de regalo que hemos ido acumulando a lo largo de nuestra vida? Sé que por ser recuerdos, unen a su valor material, poco en la mayoría de estos objetos, el valor sentimental -que supera el material- de ser retazos de nuestra vida y nos cuesta desprendernos de ellos. Es probable que tengamos más cosas de las que necesitamos en este momento de vuestras vidas. ¿Nos hemos planteado compartirlas con los demás?

Os animamos a que como abuelos, a partir de la edad que cada uno podáis considerar adecuada y oportuna, comencéis a regalar a los hijos, y si es conveniente a los nietos, algunos bienes, los recuerdos antes citados: libros, discos, objetos decorativos, etc., que sabemos que les agradan a ellos o a sus cónyuges, o son útiles para los nietos. Es decir, damos antes de que se nos pida. La verdadera generosidad hacia el porvenir es dar en el presente.

Os garantizo que podréis así disfrutar de la felicidad que para vosotros supone este desprendimiento de lo que agrada a los hijos, que valorarán el que sabéis regalar algún recuerdo que a ellos les agrada.

Con este generoso modo de actuar estáis dando utilidad a objetos que están recogiendo polvo en vuestras estanterías y vitrinas: no se trata de tirar trastos viejos. El éxito estará en conocer los intereses e ilusiones de hijos y nietos, para acertar en la siempre difícil tarea de regalar, pues la manera de dar vale más que lo que se da.