Confinados a ambos lados de la raya: un portugués 'atrapado' en Padrón y un gallego que se queda sin piso en Oporto

Izquierda Sergio Suárez; arriba a la derecha, Alberto González; abajo a la derecha, Bruno Gonalves
Izquierda Sergio Suárez; arriba a la derecha, Alberto González; abajo a la derecha, Bruno Gonalves - FOTOS CEDIDAS POR LOS PROTAGONISTAS
Publicado: sábado, 2 mayo 2020 11:14

Un científico en la Universidade do Minho teletrabaja desde Carballo en un estudio sobre la vinculación entre el contacto de la piel y el dolor

SANTIAGO DE COMPOSTELA, 2 May. (EUROPA PRESS) -

Son amigos. Uno es portugués y el otro gallego y trabajan a ambos lados de la raya, pero en un país diferente al suyo. Sergio Suárez Liñares es natural de Santiago de Compostela donde tiene su vivienda familiar y la pandemia del covid-19 se le cruzó con el final de su contrato de piso en Oporto, por lo que tras casi tres meses teletrabajando desde la ciudad lusa, se ha visto obligado a regresar. Bruno Gonalves es originario de Lixa-Felgueiras, cerca de Guimaraes, conocida como la 'capital' del calzado y a la que no puede ir desde que se ha decretado el confinamiento en España. A Galicia llegó apenas en enero para asumir un nuevo puesto de trabajo en una empresa metalúrgica de Padrón.

El caso de Alberto González es el de un investigador gallego que encontró en la Universidade do Minho un contrato postdoctoral más estable que en Galicia, seis años frente a tres, así que hacía los más de 200 kilómetros que le separan de Braga de forma asidua para cumplir con su trabajo en un laboratorio en el que también hay otros gallegos. Analiza la vinculación del contacto de la piel y el dolor --o la disminución del dolor--, un análisis que ahora cobra mayor relevancia por el "distanciamiento social" al que la población debe someterse para evitar contagios de coronavirus.

A Sergio Suárez Liñares, ingeniero informático que trabaja en una multinacional textil con sede tecnológica en Oporto y que tiene una de las oficinas en Milán (Italia), lo 'mandaron' para casa "la primera semana de febrero", cuando la situación en el país transalpino se empezaba a complicar y dado que su empresa tiene una de las sedes en la capital de la moda italiana. "Vivimos el confinamiento mucho antes que España y que Portugal", ha explicado, en declaraciones a Europa Press, este joven de 27 años que llegó al país vecino el 23 de septiembre de 2018.

Esta situación se cruzó con la necesidad de buscarse una nueva vivienda, ya que su casera le había advertido que necesitaba el piso donde él permanecía desde hace un año. Con todo, dadas las circunstancias consiguió "un mes" más de alquiler sobre lo que estaba previsto, hasta que se hizo inevitable la mudanza. El joven compostelano optó por volverse a Galicia mientras continúe el teletrabajo, puesto que el mercado inmobiliario, pese a que se está adaptando y han bajado "algo" los precios por la pérdida del turismo, sigue "muy por encima" de lo que "cuestan".

Para regresar, tuvo que cruzar la frontera en dos ocasiones, la primera para hacer parte de la mudanza y la segunda, el pasado miércoles, para completar el regreso con todas sus pertenencias. Así pues, llamó a la Policía con el fin de conocer si tenía permiso para atravesar la 'raya', pero este gallego aseguró que no le dieron una respuesta concreta y tuvo que "arriesgarse" a hacer el viaje sin saber lo que ocurriría, aunque finalmente no tuvo problema.

"La preocupación llegó pronto y nos autorizaron a no volver (presencialmente) hasta agosto", ha explicado Sergio González, quien ha reconocido que durante los meses que pasó en el piso de Portugal llegó un momento en que se le hizo "duro".

En comparación, ha percibido que en Portugal se "tomó mucho más en serio" la crisis sanitaria y ha recordado que, la última vez que vino a Galicia, observó como la gente en España "se reía" del virus, mientras que en Portugal ya se veía se ponían mascarillas por la calle.

DE FELGUEIRAS A UN CONFINAMIENTO EN PADRÓN

Al otro lado de la raya, su amigo Bruno Gonalves se mantiene en confinamiento en Padrón (A Coruña), en un piso "pequeño" en el casco urbano del que únicamente sale para acudir a su puesto de trabajo en una empresa metalúrgica y "lo mínimo posible" para acudir al supermercado.

Deseando volver a hacer deporte, Bruno Gonalves ha destacado que este tiempo de confinamiento ha servido para "retomar costumbres de antes", como es hablar por la ventana con los vecinos, una actividad que, asegura, le mantiene en contacto con la sociedad en unos tiempos en los que todavía no había tenido tiempo de enraizarse.

Llegó en enero a Galicia para trabajar. Nació en París (Francia) hace 26 años, donde vivió en las afueras de la capital en un barrio altos índices de inmigración hasta los ocho años.

En declaraciones a Europa Press, ha reconocido que espera poder volver a su hogar "cuanto antes", pero todavía es pronto. De hecho, ha relatado que la zona de la que es originario se ha visto "muy afectada" por la crisis sanitaria, puesto que un lugar muy industrial -especialmente del calzado-- y en el mes de febrero todos los empresarios habían acudido a Italia a una feria de este producto.

Durante sus primeros años de la vida laboral, siempre había trabajado para compañías francesas y "viajaba" con frecuencia por Europa, pero quiso "conocer otra realidad y probar algo diferente", motivo por el que se "decantó" por Galicia. "Quería conocerla más en profundidad", ha dicho este joven portugués, quien ha contado que, aunque "no es fácil estar solo", tiene "buenos vecinos y al final está creando amistad" con ellos.

Desde el otro lado de la frontera, y aunque reconoce que el "portugués siempre ha sido muy crítico con su clase política", ha visto entre sus amigos y familiares que "existe una unanimidad en la clase política, muy concienciada con lo que está pasando y se ha preparado bastante bien dentro de todas las incógnitas y variables" de un virus "letal y desconocido". Así, ha mostrado que tiene la "sensación" de que en España "no se tomaron las precauciones necesarias para prevenir mejor esta pandemia": "en mi opinión, las autoridades fueron muy temerarias a la hora de tomar precauciones".

CIENTÍFICO EN EL MIÑO

Los más de 200 kilómetros que solía hacer hasta Braga, ahora se han reducido a apenas unos metros hasta su ordenador. Alberto González, de 33 años y natural de Cances-Carballo, se ha quedado confinado en su casa para seguir investigando en un aspecto que ahora cobra, si cabe, mayor relevancia por el confinamiento social.

En declaraciones a Europa Press, ha explicado que en los años 90 se descubrió que las personas tenemos "receptores en la piel" que se "activan ante el toque afectivo" --caricias, abrazos, besos-- y envían esta información hasta las partes más emocionales de nuestro cerebro. Científico en Psicología, afirma que el toque afectivo "representa el principal canal de comunicación entre madre y el recién nacido y moldea su desarrollo físico, cognitivo y socioemocional".

Así, el objetivo del proyecto en el que trabaja es "conocer mejor los mecanismos cerebrales que están implicados durante el toque afectivo" y "comprender como este tipo de estimulación puede reducir los niveles de dolor en personas con espectro autista y neurotípicas".

Desde el 7 de marzo que le "cerraron" la Universidade do Minho, por un "supuesto caso" de positivo por coronavirus, trabaja desde su casa estudiando sobre "el primer sentido" del ser humano. En este sentido, recuerda los protocolos de embarazadas y partos durante la pandemia y como se incluyo específicamente el conocido como 'piel con piel', porque "puede tener consecuencias".

"Antes teníamos la imagen de gente tocándose y ahora ya nos parece lo peor. Es positivo para no contagiar, muy positivo a corto plazo, pero a largo plazo, no lo sabemos. Sabemos que sin el contacto de madres e hijos en los primeros meses, los bebés suelen tener más estrés y más ansiedad a largo plazo".

Alberto González finalizó su parte de la asignatura online. "Somos unos privilegiados. Podemos hacer muchas cosas desde casa", ha sentenciado.