Las esposas forzadas de Estado Islámico malviven entre custodios y yihadistas en los campos de detención sirios

Siria.- El presidente del CICR denuncia las "condiciones de vida extremas" en el campamento de desplazados de Al Hol
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Publicado: domingo, 14 abril 2019 17:50

CAMPAMENTO AL HOL, 14 Abr. (Reuters/EP) -

Miles de mujeres, especialmente extranjeras procedentes de Europa y países del norte de África, se han adherido durante años por propia voluntad a la brutal interpretación del Islam de Estado Islámico, pero muchas como Abud no tenían más opción: fueron objeto de matrimonios forzados con los terroristas en Siria, Irak y Líbano y ahora están detenidas.

Abud vive en el campo sirio de Al Hol bajo sospecha de colaborar en las matanzas perpetradas por Estado Islámico. Muchas mujeres temen acabar el resto de sus días allí. Ella lleva tres meses encerrada, separada de las más de 60.000 personas concentradas en el campamento tras escapar del último gran bastión yihadista en Siria, la ciudad de Baghuz, del que Estado Islámico fue expulsado el mes pasado.

Abud usa ahora un velo de cuerpo entero para evitar llamar la atención, aunque no le gusta. Llama a Estado Islámico por su nombre peyorativo, Daesh, en lugar del más respetuoso 'dawla' (Estado), como hacen otras voluntarias detenidas. "Mi primer marido fue asesinado luchando hace tres años, gracias a Dios", recuerda, en lugar de usar la palabra "martirizado", como les gusta a los yihadistas.

La mujer consiguió escapar una vez de Estado Islámico solo para terminar en la "capital" del autoproclamado califato islamista en Siria, Raqqa, donde murió su hija de nueve meses durante los bombardeos norteamericanos. Estado Islámico la casó con otro miliciano, que también murió. Abud volvió a escapar con su otra hija de cuatro años, antes de volver a acabar capturada.

Las fuerzas de seguridad kurdas que protegen a Al Hol le han negado todas sus peticiones. "No hacen más que preguntarme que por qué me casé con un yihadista", se lamenta. Los kurdos no han contestado preguntas sobre su situación.

"El resto de mujeres me llaman infiel. Me echan de la cola del agua. Me lanzan piedras", ha explicado. En su misma situación está la libanesa de 20 años Amal Susi, que se rindió junto con sus dos hijos en 2017 después de que su esposo muriera en Raqqa. Meses después fue devuelta al territorio de Estado Islamico en un intercambio de prisioneros, dijo. "Volvimos a la casilla uno", recuerda.

Susi también está esperando ser trasladada a otra sección del campamento. "Deberíamos irnos. Los kurdos no nos quieren y los yihadistas nos llaman espías, cerdas, infieles", lamenta.

Abud, Susi y muchas otras esperan alejarse lo más posible de ellos porque temen que los yihadistas se hagan con el control de los mecanismos internos del campamento. La amenaza, recuerdan, no ha terminado. "Estado Islámico se ha trasladado aquí. Dicen que lo levantaremos desde estos campos. Este lugar está bajo su control", lamenta Susi.

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