MADRID 19 Mar. (OTR/PRESS) -
Desde el primer día tuvimos claro lo que pasaba en el Tíbet: los chinos son malos. Son un saco de millones, eso es mucha maldad: Bueno, tal vez los malos sean sólo sus dirigentes. El anterior primer ministro chino se fue sin que nos aprendiéramos su nombre. El actual, Wen Jiabao -copiemos el nombre antes de que se nos olvide -, se ha dirigido a la prensa al cierre del congreso de su partido y ha aclarado las cosas: "Lo del genocidio del Tíbet es mentira". Como es sabido, el Dalai Lama, una encarnación, está detrás de los desórdenes poco pacíficos de los monjes pacifistas de Lhasa, contra los que la benévola policía china, usa todos los miramientos. La opinión del Dalai Lama, una encarnación que pretende boicotear los Juegos Olímpicos, es un fenómeno excesivamente mutante. ¿Quién nos asegura que el Dalai, en su próxima metempsicosis, no se vaya a transformar en un sargento de policía o en el bigote de Martínez Pujalte?
Por eso, lo más seguro es tener las ideas claras: los chinos son mala gente. Afirmaciones así han aportado diez millones de votos a Rajoy y once millones a ZP. Aplicando la receta, los aficionados al PP saben que Acebes es una bellísima persona o que Bush no es un tramposo, ni ha asesinado a cientos de miles ni torturado a nadie sino que derrocó a un sanguinario dictador. A los fans de ZP, por su parte, no hay que explicarles que Acebes es un monstruo irresponsable, Pujalte un impresentable y Mariano las tres cosas. Diez millones de unos y once millones de otros dan veintiún millones de españoles con las ideas claras. España va siendo un país instruido.
Para tener las ideas claras, lo más fácil es confiar en el jefe. Así han accedido tantos millones de chinos a la prosperidad y al estatuto de nuevos colonizadores (("The Economist" dixit) y así presumieron de dinámicos los franceses en las últimas elecciones presidenciales. Prueba de que el dinamismo es una fuerza en continua renovación, es que el presidente mejor plebiscitado de Occidente se ha convertido en el hazmerreir general en cuestión de meses. En Francia dicen que Sarko practica una política "bling bling": suena a brillo fácil y a pelele. La confianza es lo que tiene. También los americanos se fiaron de Bush y ahora Bush está tan solo que sólo se habla con Zapatero. Incluso han quedado.
La confianza es el gran misterio. ¿Cómo hasta diez millones se fían de Mariano? ¿Por qué once millones se creen a Zapatero? ¿Qué milagro hace tan crédulos, y tan malos, a dos mil millones de chinos o al puñado de colonos de Israel? No hay modo de medir la confianza. Según los expertos, aunque tampoco habría por qué creerlos, en la economía mundial no falta dinero; el problema es que nadie se fía de nadie. A esta crisis de confianza universal la llamamos recesión. El problema de los analistas serios es que buscan desentrañar la lógica del mundo. Pero la clave del mundo, la receta de las ideas claras sólo la tienen los tontos. Lo urgente es entender a los tontos.
Agustín Jiménez.