Actualizado 04/07/2007 02:00

Agustín Jiménez.- Información kleenex

MADRID 4 Jul. (OTR/PRESS) -

El día en que Paris Hilton salía de la cárcel, o entraba, una presentadora se negó a abrir su programa con la noticia. La noticia era palpitante y la personalidad arrolladora por narices: aunque maldita la falta que nos hace, todos conocemos a Paris Hilton. Ninguna otra generación ha tenido que soportar tal avalancha de conocimientos inútiles y de personalidades kleenex, cuyas hazañas igual rellenan papel para sonarse las narices que para limpiarse lo otro. Ante tamaña cantidad de información, la mayoría de los medios de comunicación se han convertido en medios kleenex, y tribunas antes consideradas serias se suman a la celulosa sucia. Contra eso, a lo mejor, protestaba la presentadora.

La primera mujer que presentó un telediario en Francia lo hizo con sombrero, y, antes de que Lorenzo Milá nos llegara con su entusiasmo y su aire fresco, todos los presentadores de televisión llevaban corbata. Con sombrero y corbata, transmitían hechos y declaraciones graves, sólo realizables por personalidades importantes. Hasta hace muy poquito, un órgano sapiente como "Le Monde" se privaba de color y ni tan siquiera publicaba fotos. En la época, una simple foto se consideraba pornografía. Un buen día, "El País" empezó con sus fotos en primera para parecerse a "ABC". Así, arrancó en España el reino del corazón y del tomate. Debió de ser la semana en que el duque de Cádiz se autodegolló esquiando a horas intempestivas.

Luego advino lo inevitable. Cuando mataron a John Lennon (a Yoko Ono no la mataron), la gente dijo que su música era tan buena como la de Beethoven y se inició una era de relativismo moral. Si Lennon era Beethoven -y el vivo de Paul McCartney es Sebastian Bach-, bien puede el obispo Cañizares filosofar como Baruch Spinoza y el jesuita Camino explicarnos el "Tractatus Politicus Religiosus" del pensador judío (a quien, por relativizar prematuramente, los antepasados de esta junta de obispos impidieron nacer en España). El relativismo mezcló personajes y personajillos, la teoría con el chisme, la idea con la mala idea, y ahí estamos.

Esta semana han sucedido algunas cosas en Corea, Chad o incluso España, pero las primera páginas la han copado, por ejemplo, unos principitos ingleses, sin corbata, que rememoraban el culebrón Diana. En la sección de de cultura, el descangallado Woody Allen ha debido bregar con un enjambre de políticos y una ministra de educación (la de Pixie y Dixie, sucesora de otra ministra que fue fan de Sara Mago). Finalmente, en información nacional, un opositor que, en confesión propia, sólo se mueve por sentido común, ha prometido que, cuando sea presidente, sus muertos portarán distintivos rojos. El rojo le va muy bien a Paris Hilton.

Agustín Jiménez.

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