MADRID 29 Ago. (OTR/PRESS) -
Grecia está ganando las olimpiadas. Los visitantes huyen batiendo marcas, los dioses se las piran aprovechando sus "pies alados", la gente se muere. En los antiguos sitios fotogénicos, se instala el desierto. Todos los periódicos, todas las televisiones abren con imágenes y comentarios que los españoles conocemos bien: criminales, especuladores, patriotas o chapuceros prenden el bosque; un viento inhumano se ceba con la gente y con sus casas; el Gobierno se echa la siesta, el Gobierno no tiene teléfono, el Gobierno no encuentra la manga de riego. Un alivio: los pedruscos de Olimpia están a salvo. Sin árboles, sin pájaros, sin dioses, sin paisaje, sin vergüenza. Hasta el otro día, Grecia fue la cuna de la civilización. Ahora es su tumba.
En las catástrofes que se avecinan, los ricos se igualarán a los pobres. Dicen que el Ártico ya está perdido, que Groenlandia se fundirá, que la selva de Amazonas habrá ardido hacia mediados de siglo, que lo de Grecia es un adelanto. Estos días se debatía el aguante de los nuevos diques de Nueva Orleans. Los científicos predicen que el mar subirá 14 metros en los siglos inmediatos. De puentes como el que se fue al traste en Mineápolis, quedan decenas de miles en Estados Unidos, por mentar sólo a la máxima potencia. Si es que puede considerarse máxima potencia un país que, en la última clasificación internacional de esperanza de vida, figura en el puesto 42.
Evidentemente, las frenéticas visiones del fuego griego han impulsado la solidaridad nacional. Como el Gobierno griego no es competente a nivel mundial, el desastre se achaca a la carencia de una protección civil europea o planetaria o galáctica. Se olvida, sin salir de casa, que el Gobierno vasco se resiste a la creación de un centro de crisis nacional para casos similares porque le arrebatará soberanía. O el último "chiste belga". Gana las elecciones un tipo sin el brillo mínimo necesario para poder tararear el himno del país que aspira a gobernar y que, no contento con ser demócrata cristiano, es independentista. Quiere ser primer ministro de Bélgica para crear el estado de Flandes. Como si en España Ibarretxe ganara las próximas elecciones generales. El fuego externo es tremendo. La inteligencia de quienes lo combaten es más bien tenue.
Agustín Jiménez