MADRID 31 Ene. (OTR/PRESS) -
El presidente Bush tiene estrategias para todo. Enterado de que en Irak pululan espías iraníes, ha salido con una orden ingeniosa: Que los maten. Un tipo original. En conversación con el 'New York Times', el embajador iraní ha regalado pistachos y una versión razonable de la presencia de agentes de su país, tan interesado en el devenir normal de Irak que va a abrir en Bagdad un banco, más o menos capitalista, pero inevitablemente tenderemos a fiarnos más de la administración americana que de la administración iraní. En efecto, la americana está controlada por las leyes y por la opinión pública; la iraní la modela el déspota de turno, que invariablemente es un representante del mal absoluto.
Ahmadineyad, presidente de Irán, es un hereje, un loco, una mala persona. Bush es inteligentísimo y profundamente cristiano. Es una pena que no sea católico, pero ¡qué bien lo imaginamos montado en calesa desde su casa de la pradera hasta la iglesia de madera, los pies metidos en las botas recién lustradas y la cabeza protegida de ideas disparatadas por el sombrero de los domingos! Un sinfín de buenas películas -de cuando no había esos terribles videojuegos, tan oportunamente condenados por los obispos estos días- nos han inculcado un código moral que nos envidia el planeta entero. Uno de los paradigmas del código lo encarna el vaquero honesto, la voz de profundo terciopelo, siempre ecuánime, pacífico y modesto hasta que se queda solo ante el peligro y, en nombre de la humanidad cobarde e ingrata, se aúpa al destino, cambia la zarzaparrilla por el whisky, se hace un héroe y gana el cielo o la fama. Así es Bush. Por eso lo han votado. En cuanto a Ahmadineyad, basta ver su careto desaliñado, su cuello sin cerco de corbata y sus cazadoras de profesor no numerario, para medir su mezquindad, sólo disculpable en un pueblo inculto como el iraní, sin tradiciones civilizadas ni libre actividad intelectual.
Así no se puede, y las capas más despiertas de la sociedad iraní empiezan a cansarse de la situación. Igual que los irakíes se alegraron inmensamente cuando Bush expulsó a Sadam Hussein y le puso por corbata una soga definitiva, los iraníes ya están hartos de Ahmadineyad, tan poco razonable que critica a Estados Unidos y cuestiona la existencia del estado judío. El 'Wall Street Journal', en la estela de otros órganos de formación de la verdadera opinión, da cuenta pormenorizada de las derrotas que ha sufrido el peluso desnortado en todas las elecciones locales y, más o menos, vaticina su recambio inminente. Así pues, lo lógico es olvidar temores infundados, minusvalorar el programa nuclear de Irán y sus designios hegemónicos, y volver a elegir a Bush como presidente del mundo en las próximas elecciones. Ha sido la firmeza de éste la que ha acarreado el resquebrajamiento de Ahmadineyad, frágil, ineptísimo malvado. Y a sus espías, como recomendaría el muy leal y nada verdulero presidente de La Rioja, una autonomía de España que cada vez produce un vino más insulso, "que les den por ahí".
Agustín Jiménez.