MADRID 8 Abr. (OTR/PRESS) -
El famoso "centro reformista" sigue siendo el gran objetivo de todos los partidos. Hacia ese empírico lugar, al parecer sólo al alcance de un Indiana Jones de la política, han reconocido que se dirigen tanto el PSOE como el PP. Los dos partidos, en el inicio de esta nueva legislatura, deben demostrarlo porque si muchos creen que el PSOE de ZP se ha ido demasiado a la izquierda, otros muchos opinan lo mismo del PP de Rajoy pero al contrario: se le acusa de haberse situado en una derecha intransigente y empecinada. Y en este clima nos asomamos por una parte a la investidura del secretario general de los socialistas como presidente de Gobierno y a un congreso del PP en el que se están moviendo ya muchas cosas.
Sobre lo que ocurra el día 8 en la votación del Congreso, algunas posiciones están ya anunciadas y otras escondidas en un mentiroso "depende del discurso del aspirante", posición que ha adoptado el PP según doña Soraya, entre otras cosas porque "el PSOE no nos ha pedido la abstención". Ni falta que debería hacer. Si de verdad el partido de Génova quiere empezar a ser coherente, la posición lógica sería rebatir el discurso del aspirante -porque imagino que no coincidirá demasiado con las propuestas del PP- pero abstenerse en la votación por respeto a esa mayoría de ciudadanos que han confiado en el líder socialista. Disentir primero y abstenerse después sería lo justo, lo democrático y si me apuran, hasta lo ético y desde luego lo más elegante y ejemplar.
Pero no lo harán porque, pese a doña Soraya, sigue la vieja guardia del PP rodeando las decisiones de Rajoy. La comparecencia de Esperanza Aguirre en el foro de "ABC", ese manifiesto que bien podría titularse "no me conformo" o "no me resigno" es todo un camino abierto para que Rajoy reflexione, para que Gallardón -ausente ayer- se sume no a Esperanza sino con Esperanza y hagan lo mismo gentes muy válidas, progresistas y modernas que andan por las autonomías y por la propia sede central del PP y que han tenido que tragarse unos sapos inmensos durante toda esta pasada legislatura viendo como se hacían montañas de granitos de arena o se trasladaban al centro de la discusión política asuntos sobre los que, en todo caso, deberían opinar los tribunales. Aguirre lo dejaba claro ayer y citaba incluso casos concretos aunque sin citarlos: no quiere un PP que parezca homófobo, anticatalanista, carca etc. Todos sabían de lo que hablaba.
Lo que no entiendo es el desencuentro de Gallardón y Aguirre, tan cerca en tantas cosas y al parecer tan lejos. Es algo, que sin duda les perjudica a ellos mismos, que perjudica, y mucho, a su partido, y por eso mismo perjudica también a la sociedad española. No es bueno para nadie, pero nadie hace nada por evitar el espectáculo. Yo les brindo el salón de mi casa y corren de mi cuenta el café las pastas porque una derecha moderna y abierta, organizada sin otras servidumbres que la de unos ciudadanos de un estado aconfesional, resulta tan necesaria para la democracia como una izquierda que se tome en serio las cosas y no se limite a taponar con cheques o decisiones oportunistas y no meditadas (plan hidrológico) las pequeñas o grandes heridas que pueden desangrar este país que nadie lo va a matar ni a romper, pero que si puede pillar una anemia peligrosa.
Vienen mal dadas y tal vez este cambio de ciclo se pueda convertir en positivo si hacemos de la necesidad diálogo y ponemos sobre la mesa una generosidad de todos que no se ha vuelto a dar desde los viejos Pactos de la Moncloa. Pero para eso hay que querer y tienen que querer las dos partes.
Andrés Aberasturi.