Actualizado 01/03/2008 01:00

Andrés Aberasturi.- Violencia, disputas e insultos

MADRID 1 Mar. (OTR/PRESS) -

Se acumulan las noticias en las agendas y en espera del nuevo 'cara a cara', se van sucediendo vertiginosamente imágenes que sorprenden, otras que duelen, algunas que cabrean y una que las tres cosas a la vez. Porque malo sería que nos dejara de sorprender la muerte de mujeres, su asesinato, a manos de parejas o ex parejas. La última noticia fue el número, cuatro, nada menos que cuatro el mismo día, sin que ninguna Ley aprobada o por aprobar logre disminuir esta sangría dolorosa, tremenda.

Los partidos, en plena campaña, proponen soluciones o al menos prometen buscarlas por todos los caminos. Pero uno piensa sinceramente que no es fácil. Que la llamada violencia de género es muy parecida al terrorismo y, si me apuran, al terrorismo suicida. Da igual que se aumenten las penas, que las sentencias sean de verdad tan duras como todos queremos; el que está dispuesto a matar y a matarse, no se va a detener calculando los años de cárcel que le pueden caer. ¿Por qué matan? Hay miles de hombres y mujeres que terminan sus relaciones cada día de forma amistosa o con veneno entre los dientes pero no llegan a más. ¿Por qué algunos matan? ¿Por qué muchos después de matar se suicidan o lo intentan? ¿Por qué algunos se entregan?

Esto no se arregla con leyes, al menos no sólo con leyes. Tampoco conviene a confiar -y por tanto esperar- en que la educación cambie las cosas. Yo no sé dónde puede estar la solución, pero este goteo diario de mujeres muertas, es inmoral en una sociedad civilizada.

Es muy posible que los tribunales de justicia tengan algo que ver en lo antedicho. Pero qué se puede esperar de la Justicia tal y como está el patio. No resulta nada tranquilizador asistir al ya viejo debate entre el Tribunal Supremo y el Constitucional. Uno llama 'viejo debate' al enfrentamiento a cara de perro por quitar hierro al asunto, pero están los dos hasta el gorro el uno del otro. Y no es serio que a estas alturas de Constitución aun no estén delimitados los campos de sus competencias. O si, pero como si no. Menos serio aun que el fiscal general arremeta contra el TC públicamente ni aunque tenga razón; por higiene, más que nada.

Aquí nos hemos acostumbrado a que cuando el Supremo falla en contra, hay que acudir al Constitucional por si acaso cae la breva. Y lo malo es que en ocasiones la breva cae, ha caído y ha sentado así precedentes incómodos. Y lo pero de todo: la democracia partidista en la que nos movemos, hace que ambos tribunales dependan en gran medida de los partidos, de forma que su politización resulta tan inevitable como inaceptable.

Y hablando de inaceptables, qué decir de los insultos de esta campaña electoral, una de las más sucias que se han dado en la democracia española. Aquí ya vale todo y los que ahora se quejan -con razón- de que Rajoy llame mentiroso no se cuantas veces a ZP, parecen olvidar lo del 'tahúr' y otras lindezas inauguradas por Alfonso Guerra ya en los comienzos de la aventura. Guerra tenía ingenio, pero el ingenio no disminuye el insulto. La ultima perla la ha puesto -y mal- Felipe González con estas palabras dedicadas a lo dicho por Rajoy a El País: "No creía lo que veía. No creía que alguien pueda decir de sí mismo soy más inteligente, más moderado y más no se qué que Zapatero, aunque fuera verdad... eso sólo se le ocurre decir a un imbécil".

Pues bien, sólo dos cosas: la primera es que lo que Rajoy dijo fue que se consideraba "más razonable, más moderado y más equilibrado" que José Luis Rodríguez Zapatero, sin que en ningún momento apareciera la inteligencia por ninguna parte. Y la segunda: también yo soy un imbécil porque, puestos a analizar formas de ser, me considero más razonable, más moderado y más equilibrado que mi cuñado, un tipo magnífico, todo corazón, apasionado y vehemente. Cuántas tonterías se pueden decir -por parte de todos- en tan poco tiempo.

Andrés Aberasturi

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