Ejército y AECI en Afganistán

Europa Press Sociedad
Actualizado: lunes, 23 abril 2007 12:27

La polémica sobre el papel de las Fuerzas Armadas en las labores humanitarias, así como la relación entre ejércitos y organizaciones humanitarias, permanecerá siempre, y existe desde que unos y otras se interrelacionan. Dónde están los límites, para qué sirven coordinadamente y cuándo se contamina la labor solidaria del trabajo militar es un debate que debería ser profundo, pero que, a menudo y por desgracia, trivializamos con una mezcla de complejos absurdos antimilitaristas cargados de buenísimo 'onegero'. Pues bien; el caso de Qal i Naw, población al noroeste de Afganistán, es el ejemplo perfecto de cómo la labor militar se complementa y se hace fundamental, para el trabajo voluntario de reconstrucción.

En ese lugar, donde he tenido la suerte de estar en dos ocasiones, cooperan -- y nunca mejor dicho -- un equipo de la Agencia Española de Cooperación Internacional y un destacamento de 300 soldados. Por allí han pasado paracaidistas, elementos de la BRILAT, legionarios, zapadores, ingenieros, apoyo del Ejército del Aire, marines... Desde la primera vez que pisé aquel infierno, mantengo que habría que organizar excursiones no solo de periodistas, sino de empresarios y otros colectivos a aquella región para comprobar porqué no debemos irnos de Afganistán. Y sigo pensando igual.

Qal-i-Naw, es la capital de Baghdis, la provincia más pobre del quinto país más pobre del mundo, y su reconstrucción depende de un Provincial Reconstruction Team (PRT en terminología OTAN), en este caso a cargo del Ejército español. Y aunque la fórmula ya existía, el cómo se desarrolla junto con la cooperación dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores español está siendo un ejemplo para la propia OTAN y para nuestro entorno. De hecho, ese lugar en el fin del mundo, es la única ciudad, además de Kabul, que ya cuenta con red municipal de agua de todo Afganistán.

Allí, la esperanza media de vida es de 40 años; uno de cada seis recién nacidos muere en el parto; una de cada siete madres fallece al parir; uno de cada cuatro niños que sobreviven al nacimiento muere antes de los cinco años y uno de cada cinco de estos críos no cumple los 12 años. Tan solo el seis por ciento de la población accedía hace un año al agua potable y no existía ni un solo metro de camino asfaltado o de red eléctrica en toda la provincia.

A la vez que se trabaja el agua, se mejoran las infraestructuras de salud, con la meta puesta en un hospital. Además, tras las comunicaciones terrestres, se pretende "acabar con la brecha de inequidad de género", es decir, que dentro de varias generaciones, las afganas dejen de ser animales para los afganos.

De verdad, que sin ser militarista, patriotero u hortera de Coronel Tapiocca, que haberlos haylos, no entiendo cómo en el mundo en el que estamos, siguen apareciendo voces desde España contrarias a la presencia de soldados, diplomáticos y voluntarios españoles en Afganistán. El hospital se termina este año, la carretera también y el resto... para el resto quedan varias generaciones.

Así que paciencia y pañuelos porque aquel infierno está lleno de salvajes que matan para seguir talibanizados y lo van a seguir haciendo. Y es que a medida que la carretera se aleja de Qal-i-Naw y se dirige a Herat, el peligro aumenta, y si no están los soldados, no podrán trabajar los trabajadores locales, ni los ingenieros, ni los voluntarios de la AECI, sencillamente, porque se los cargarán. Si no se queda un retén de legionarios de guardia toda la noche, en medio de la nada, los talibanes habrán volado el puente de turno cualquier mañana, y miles de ejemplo más, y porque allí, todos, se juegan la vida y nosotros sin enterarnos.

Por eso conviene, de vez en cuando, recordar a los del uniforme y a los del chaleco de la AECI. Hoy que tanto hablamos de niños de guerras inútiles, de coches bomba, de geoestrategia de la energía, de terrorismo infinito y de ONG corrompidas, cabe recordar que hay otros soldados, diplomáticos y voluntarios de los que no nos acordamos salvo para ponerlos a caldo o para lastimarnos, viendo, como veremos, algún que otro funeral por la tele.

Ángel Expósito.

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