¡Cuánto te admiro! ¡Qué bien haces! ¡Yo no sería capaz pero me parece tan bueno lo que hacéis!... Admiraciones como éstas me resultan un tanto escandalosas, la verdad. Porque ahora que se acerca el verano y miles y miles de familias españolas se disponen a acoger durante dos o tres meses a chavalines procedentes de medio mundo, se oyen en cualquier conversación todo tipo de "parabienes", felicitaciones y exclamaciones de elogio. Pues bien, querido admirador: No admires tanto y tú también.
La acogida temporal tiene mil y una vertientes que analizar. Desde el ángulo médico de la aventura hasta el lado humano de la familia y del propio acogido hasta la variable política del país de origen. Todos esos aspectos, en un saco bien revueltos, hacen que el acogimiento sea una fórmula imprescindible para el bienestar y el futuro de muchos niños y jóvenes.
Conozco muy de cerca casos sobrecogedores de niños procedentes de Ucrania, de la peor zona de Ucrania, cuyos padres de acogida finalizaron adoptándolos. La historia de amor y dependencia biunívoca, que se estableció un verano de revisiones médicas, terminó con una paternidad indescriptible. Otro caso individual responde a una adolescente que comenzó la acogida proveniente de Rusia ya a la edad de 15 años. Con la mayoría de edad y con el esfuerzo incalculable de su madre española tiene ya la nacionalidad, estudia y vive aquí a pesar de la resistencia de su familia rusa, que ni se acordó de sus existencia en los años de orfanato y solo reapareció cuando desde España se le mandaba dinero.
Desde un punto de vista más concreto, estaría bien conocer la estadística, el coste y el enorme beneficio humano que supone la asistencia sanitaria a estas criaturas durante los meses de julio y agosto en España. Cuántas enfermedades detectadas, defectos de visión paliados, operaciones efectuadas, diagnósticos precoces, males hereditarios atacados. El que suscribe, que soy especialmente crítico con los aparatos oficiales referidos a la infancia, reconozco con orgullo que el mecanismo público de asistencia médica para este tipo de pacientes es extraordinario.
En clave política, como casi siempre, la sociedad civil y el individuo van por delante de sus autoridades gubernativas, a años luz. Un par de ejemplos nos llevan a Rusia y sus satélites y al Sáhara. Mientras que los gobiernos centrales de toda índole y qué decir de los autonómicos, pasan por completo, aunque lo intenten disimular, de esas dos áreas del mundo, las familias, por su cuenta, con sus ONG o intermediarios variados, se las apañan para saltarse todas las dificultades oficiales posibles y acoger niños de allí. Lo acontecido estos meses atrás entre el Gobierno español con Marruecos y Argelia con el caso de Sáhara como telón de fondo es más que sintomático de la sensibilidad que a flor de piel se puede apreciar en los españoles de determinadas zonas del país. Y es que es muy difícil explicar determinadas posiciones de 'real-politik' cuando todos los veranos llevas a la una víctima de esa 'real-politik' del centro médico al hospital y viceversa.
Sea como fuere, por cuestiones sanitarias, personales o políticas, el acogimiento familiar es una lección al resto del mundo y de la sociedad. Porque das todo por alguien. Y que luego vengan unos y otros a felicitarte, a darte palmaditas o a elogiar la labor. Menos felicitaciones, menos palmaditas... y hazlo tú también.
Ángel Expósito.